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El pasado sábado tuve ocasión de asistir al concierto Masters of Rock en el Playa Club. Hacía más de tres años que no acudía a un evento en la famosa discoteca, creo recordar que precisamente había sido a un tributo a Led Zeppelin. El local estuvo cerrado el año pasado porque una ciclogénesis se llevó toda la cristalera por delante (inconvenientes de estar en primera línea de playa), así que aproveché que el cartel me resultó gracioso para acercarme hasta allí a ver cómo había quedado tras la reforma. Desafortunadamente, he de decir que el que antaño fue el local con mejor sonido de toda La Coruña sigue sonando mal, supongo que debido a su techo bajo.

Masters of rock es una gira formada por tres bandas tributo: los Black horsemen (no  comment) tributan a Metallica, los Nice Boys a Guns and Roses y los Thunderstruck, como su propio nombre indica, a AC/DC. Llevan varios meses de gira por la piel de toro. No soy especialmente fan de Metallica, pero sí me agradan los de Slash y, por supuesto, me trastorno ante AC/DC, así que me personé a la hora indicada, 22.30 zulú, sabiendo que no empezarían puntuales y con los ánimos un tanto decaídos tras comprobar que la sala seguía exactamente igual que la última vez que había estado allí, lo cual auguraba un sonido bastante regular.

La primera banda en saltar al escenario, con media hora de retraso sobre el horario previsto,  fueron los Nice Boys, que arrancaron con fuerza y enseguida captaron la atención del público, formado por un 75% del aforo aproximadamente. Mucho heavy de todas las edades, mucha chupa de cuero, mucha melena al viento, mucha camiseta con logo de banda cañera, mucho de la bebida oficial de estos eventos: birra. De los cinco miembros de los Nice, dos iban completamente tuneados para parecerse lo más posible a los originales: el cantante, trasunto de Axl Rose y el guitarra solista, de Slash. Mucho maqueo, con pañuelito motero a la cabeza, gafas de sol y demás complementos. A lo largo de casi una hora desgranaron los grandes éxitos de los Roses: “Sweet child of mine”, “You could be mine”, “Knocking on a heaven’s door”, “Welcome to the jungle”, “Paradise city”, “Don´t cry” o “Night train”. es decir, temas de la época dorada de la banda californiana. Al empezar la actuación la potente batería predominaba sobre los demás instrumentos, voz incluida, pero con “Sweet child of mine” se estabilizó el sonido y se pudo escuchar la voz del vocalista en todo su esplendor. Y lo digo sin doble sentido, ya que desplegó un chorro portentoso con el que dejó claro que él era lo mejor de la banda. La guitarra, correcta, a pesar de algunos bendings pelín pasados de tono. Del sonido solo puedo decir que esa noche entendí mejor que nunca cómo se siente la gente que padece acúfenos.

Entraron los Black Horsemen para homenajear a Metallica y me desplacé hacia atrás buscando una mejora acústica que no llegó del todo. Nuevamente, más de lo mismo: selección de sus temas más conocidos: “Enter Sandman”, “Nothing else matters”, “Master of puppets”,, “For whom  the bell tolls”  o “Fuel”. Estuvieron correctos y no hubo fallo, casi parecían los originales. Como Metallica no consta entre mis favoritos, se me hizo tedioso, debido sobre todo a la longitud de los temas.

Pero estaba claro que el plato fuerte era el tributo a los australianos AC/DC a cargo de los “Thunderstruck”, como demostró el masivo desplazamiento de la masa heavy hacia el escenario en cuanto comenzaron. Otra vez, el cantante tuneado como Brian Johnson, con boina y todo, y el guitarrista con uniforme de colegial made in Angus Young taylor’s. Deleitaron al respetable durante unos cincuenta minutos con temas como “Back in black”, mi adorado “Shoot to thrill”, “TNT”, “you shook me all night long”, “Hells bells” o “Whole lotta Rosie”. Las cuerdas del cantante aguantaron el tirón; las del guitarra solista, también. Y el sonido siguió siendo mediocre.

Resumiendo: fue un tributo de verdaderos grandes éxitos de las tres bandas, con lo cual es difícil que alguien haya salido insatisfecho. El sonido, francamente decepcionante: no estuvo ni de broma a la altura de la calidad de los músicos, sobre todo de los vocalistas, que resultaron ser lo mejor de la noche, punto para mí, que siempre me estoy quejando de la escasa calidad de las voces masculinas. En ese aspecto, salí satisfecha. Tres horas de rock duro tanto para nostálgicos como neófitos y una reflexión que se hace la que suscribe: qué mal está el panorama musical en directo en la actualidad y qué gran chollazo es tener una banda tributo. Ahí lo dejo.

Ana Vázquez Villarreal

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