Yo nací en 1950 en mi casa, Marqués de Amboage 18, A Coruña, como se nacía antes. Era de dos alturas, preciosa, orientada al sur, con techos altos y mucha luz que entraba por los miradores de la fachada y por la amplia galería que dominaba la terraza trasera sobre el bajo. Los pisos eran de tarima encerada y las contraventanas interiores, de madera, llegaban hasta el suelo. La escalera del portal, el pasamanos en curva siempre pulido por el que bajaba a menudo a pesar de la prohibición, y los barrotes, eran también de madera, así como la enorme puerta de dos hojas del portal, con su llamador de bronce macizo: una mano con una bola.
La construyeron a principios del SXX mis abuelos paternos, Isaac, de Petín y Sofía, de Viana, que vivían en el primero y nosotros en el segundo. Tenía 8 habitaciones más comedor, cocina, baño, aseo y cuarto de planchar y poco pasillo porque era prácticamente cuadrada. En el bajo, una fábrica de hielo, el almacén de Cervezas Norte, y hasta un establo donde dormía Chucho, un percherón que tiraba de un carro de reparto, al que me subí alguna vez cuando salía de Maristas, o me agarraba cuando iba en bici.
La sitúo entre el modernismo y el racionalismo aúnque también tiene algo de clasicismo con un toque colonial. Me gusta porque se ve sólida, compacta, equilibrada, no recargada y con personalidad. Pese a tener solo dos alturas está muy proporcionada. Luz, amplitud, seguridad y tranquilidad es lo que me dió en los años que la habité.
En el 67 estaba yo en la Universidad de Santiago, la única que había, y venía con frecuencia a A Coruña, normalmente en autoestop, los fines de semana. Me fuí un domingo de Marqués de Amboage y el viernes siguiente ya me dijeron que fuera a Torre Esmeralda porque, tras largas conversaciones, habían vendido la casa. Volví a solas varias veces y la recorrí de arriba a abajo lentamente, fijándome en cada detalle, para llevar en mi mente los gráficos de las aventuras de mi infancia.
Nada físico queda de ella pero esos 17 años son fundamentales en mi vida, supongo que en la de todos, porque descubres el mundo con la mente limpia y abierta, y con la ilusión intacta. Qué ganas de saber, de conocer…!! La primera vez de casi todo: amigos, amor, música, bailes, alcohol… es nuestra mochila de por vida.
Daba gusto entrar y salir de casa. Se puede apreciar la luz que tenía (al sur) y la ausencia de viento. La luz que llevo dentro.
Nat King Cole – Aquellos Ojos Verdes