ANA VÁZQUEZ VILLAREAL.
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Dirán ustedes que hacía mucho que no reseñaba ningún libro. Contesto yo que total, para la mierda que he estado leyendo últimamente y para hacer, como siempre, críticas negativas, como que no me apetecía, y eso que algunas me lo han puesto a huevo y me temo que serán indirecta y negativamente citadas en la reseña que hago de la excelente ópera prima de Charles Dubow, “Indiscreción”. La leí por pura casualidad, tengo un par de páginas donde aparecen las novedades y la empecé, lo confieso, con muy poca fe. Como siempre suelo hacer, pasé de leer el argumento, no me gusta que me adelanten lo que va a suceder, pero las palabras de presentación que la acompañaban (“La novela más tórrida del otoño, en la línea de “Cincuenta sombras de Grey”) no me auguraban nada bueno. Aún así, decidí darle una oportunidad, y no me arrepiento.
Pero vamos a ver… ¿cómo puede alguien no distinguir una lata de foie gras de supermercado de un bloc de foie de tienda de delicatessen? Comparar el engendro de “Cincuenta sombras…” (me pareció tan mala que ni la he reseñado, como verán) con esta novela es un pecado mortal. El libro de Dubow presenta un tema manido: la infidelidad. Precisamente lo cotidiano, lo aburrido, lo más visto que el tebeo es lo que le da la calidad literaria. ¿Qué lector empedernido no habrá leído cien mil historias de cuernos, desde “Madame Bovary” hasta cualquier otra que se le ocurra? Pero los cuernos y su tratamiento siempre son rentables.
En fin, vayamos por partes. La trama es la siguiente: Un escritor con un matrimonio perfecto se ve seducido por una chica bastante más joven que él. La novela va desgranando todas las partes del drama: la tentación y su lucha contra ella, el descubrimiento de la infidelidad, la reacción de los implicados… todo ello teniendo como narrador al mejor amigo del matrimonio, que intenta plasmar de la forma más fiel posible todos los puntos de vista, incluido el suyo. Primera originalidad: el narrador y su perspectivismo múltiple. Bien por Dubow, parece que hoy en día nadie se acuerda de hacer un mínimo desarrollo de las técnicas narrativas.
El segundo logro, en mi modesta opinión, es el costumbrismo que aparece en la novela. Costumbrismo pijo, vale, pero realista y creíble: cuarentones adinerados con casa en los Hamptons y piso en Nueva York. Y, sobre todo, impecable análisis psicológico de los personajes: sus deseos, sus torturas íntimas, su sufrimiento y su forma de padecerlo, presentado por varias vías: conversaciones, cartas, opiniones, análisis de las reacciones… Y un tempo narrativo lento: la acción transcurre en un año, repartido en las estaciones, de verano a verano. Leerla es como volver a casa, estoy harta de tanto ritmo trepidante y tanta acción rápida. El desenlace puede intuirse, pero ya cuando es prácticamente inminente. Y hay un nosequé de justicia poética que me ha encantado.
En cuanto a la supuesta “torridez” a la que aludía la reseña que leí, yo no la he visto por ninguna parte. Hay escenas de sexo “porque lo exige el guión”, creo que sin pretensión de producirle un calentón al lector, las justas, sin llegar ni de lejos al aburrimiento polvoril del bodrio Christian Grey. En fin, que aconsejo su lectura. Y no, afortunadamente, no forma parte de una trilogía.