Creando universos para el nuevo siglo
RAPIS: LOST IN CORU
“Sembrando universo se escapan decenas de estrellas, semillas que vuelan creando nuevos planetas”
Rapis: Animal extraterrestre
Origen: Mercurio
Nació por una erupción volcánica.
Por la unión de la lava y una flor violeta, que descansaba en la ladera del volcán Piruleta.
Se originó en Mercurio.
Cuando el volcán se encendió, la violeta acogió su calor.
Rapis, para poder huir, y no morir, se transformó en un ser veloz, rápido y pizpireta, valiente, violeta y con tres ojos rojos; sin rabo, y que camina a cuatro patas.
Rapis sintió a su futuro dueño Luzo, habitante de Marte, desde muy lejano, y decidió unirse a él, sin saber muy bien por qué… Se subió a un rayo de luz y atravesó un agujero negro. Así, llegó a Marte, con Luzo, en un instante.
Luzo: Ser marciano de origen mercuriano
Origen: Marte
Sus padres Gary y Vinia eran de Mercurio. Habían ido a conocer Marte, a pasar allí unos años luz, cuando Luzo sucedió. Sucedió, porque en Marte no hay embarazos, ni gestaciones, ni sexo; los marcianos no nacen: ocurren, suceden y ya está, lo llaman generación espontánea. Se produce cuando las radiaciones del sol tocan a los progenitores con una gran potencia.
Para que no se aburriera en aquel planeta, los padres de Luzo le pidieron a Mercurio un compañero, una mascota de allí, entonces llegó Rapis.
Lucas: Animal terrestre
Origen: Santiago de Compostela
El gato Lucas es negro, y blanco. Blancos solo tiene el hocico y los calcetines. Es curioso e intrépido. Siempre sale a saludar a los visitantes. Solo se deja mimar cuando él quiere. Si no hay orden, y limpieza, se enfada y tira algo.
Nació en un barrio de Santiago. Una familia de perros se ocupó de alimentarlo y darle calor durante los primeros días de su vida. Hasta que, una pareja de humanos le buscó un hogar en la tierra de Soneira, en la Costa da Morte. En un pueblo sin costa, pero con un castillo.
Viaje a la Tierra
El día que Rapis llegó a la Tierra, se escapó de Luzo, para curiosear los diferentes seres y lugares que habitaban en el planeta azul.
La primera criatura que se encontró fue a Lucas, un gato terrestre.
Lucas y Rapis se estuvieron observando un rato, mirándose a los ojos, fíjamente. Lucas estaba asustado y se le erizó el rabo, pero se quedó inmóvil. Sin dejar de observar.
A Rapis le fascinó la reacción de Lucas, le emocionó su ser animal y quiso conocerlo, así que empleó sus poderes de supra-comunicación para calmarlo.
– Tranquilo, no te quiero hacer daño, vengo en son de paz. Necesito alimento ¿puedes ayudarme?
Lucas se calmó, se rascó una oreja y le dijo:
– ¡Sígueme!
Lo llevó hasta el puerto y allí comieron sardinas.
Rapis le dió las gracias, se despidió y continuó su exploración.
El primer humano
José: Ser humano de origen terrestre.
Origen: Coruña.
Sin padre, ni apenas madre, criado por una abuela maltratadora, que fue todo su mundo. Una persona de carácter fuerte, abnegada, alegre, pendenciera y sólida. Alguien muy grande venido de un mundo muy pequeño. José, “El Marinero”, le llaman así porque nació en ese barrio. Siempre remando contra corriente, navegando sin rumbo conocido, naufragando sin saber nadar, y llegando a puerto con las bodegas repletas de esperanza y comprensión. Ese es él. Surcando la vida con todo el trapo extendido, por si agarra una tenue ráfaga que sople, sin exigir.
Rapis se encuentra con José, natural y de naturaleza coruñesa, moreno, de torso fuerte y con ganas de vivir. Aparentemente muy borde, pero tierno y encantador de serpientes, humilde y apegado a la vida.
José estaba al borde de una piscina y vió a Rapis, que se acercaba intrigado, queriendo saber qué era ese líquido desagradable, y cómo eran los seres que flotaban en él. No tuvo tiempo de averiguarlo, le tiró una toalla encima y decidió llevárselo a casa y, de camino, llamar a Chus.
-Hola Chus.
-Hola José.
-¿A qué no sabes lo que acabo de encontrarme? ¡Un bicho de color violeta con tres ojos rojos y que no tiene rabo! ¡Todo un espécimen! Me lo llevo a casa ¡¡Yupiiiiii!!
Cuando José entró en casa no se dió cuenta que una de las ventanas estaba abierta y, en el momento en que le quitó la toalla, escapó Rapis, como un rayo, sin darle tiempo a reaccionar.
Corrió y corrió por la Ronda de Outeiro hasta la Avenida de Finisterre.
Cerca de allí olió algo extraño que le hizo salivar, y pensó que debía de ser comestible. Se aproximó sigiloso y vio a Manuel.
Segundo humano
Manuel: Ser humano, de origen terrestre.
Origen: Sevilla
Alto, aunque no demasiado, y gordito. Agresivo, suave, dulce, brusco en el hablar y en sus pensamientos. Andar cansino y pesado. Le gustaba el buen vino. Había nacido en Sevilla, pero su familia se trasladó a Barcelona y finalmente a Alcobendas, en donde transcurrió su juventud hasta la edad adulta. Su vida no fue fácil. Sentía una necesidad constante de demostrarse a sí mismo y a los demás que era todo un hombre (claro que Rapis no sabía qué era ser un hombre). Se casó con una gallega y terminó en A Coruña. Muy buen cocinero, se podría decir que excelente. De 55 años. Contradictorio en todo su ser.
FINAL 1
Final Terrestre
Manolo se quedó impresionado con Rapis. Se le ocurrió atraparlo, para venderlo en un zoo. Así que, se acercó de forma amigable, y en el momento en que le estaba acariciando la cabeza, lo atrapó y lo llevó al zoo.
Allí lo exponían, por las noches, en la misma jaula que los leopardos. Así conoció a Leopardi. Se enamoraron y compartían carne fresca. Pasaban los días y Rapis se sentía mal en el zoo, porque anhelaba su libertad, solo tenía allí a Leopardi, era lo único que le unía a ese lugar. Rapis podía teletransportarse, aunque, esta vez, para irse, tendría que huir y así poder llevarse a Leopardi consigo. Entonces utilizó sus poderes telepáticos, con su dueño Luzo, para pedirle ayuda. Luzo se presentó en el zoo y con sus poderes síquicos hizo que los carceleros abrieran las jaulas. Rapis, Leopardi y Luzo regresaron a Marte, decididos a formar un nuevo hogar.
FINAL 2
Final extraterrestre
Al ver a Rapis, Manuel se acercó curioso, sin miedo, pero con un palo en la mano, por si acaso. Lo tanteó, para observar cuál era la reacción de ese ser, y llegó a la conclusión de que era demasiado raro. Y, una de dos, o le echaba por encima un aceite de neem, por si tuviese pulgas o garrapatas, además de darle agua, o lo mataría a palos ¿Por qué? Por ser diferente.
Rapis, que le leyó la mente, lo miró con tristeza.
Manuel se acercó, despacio, y Rapis dejó que lo acariciase, y que lo levantara. Entendió lo que quería hacerle… ¿Por qué no? Al fin y al cabo, no sabía qué tipo de parásitos existían en este planeta.
Manuel, con el aceite de neem lo embadurnó, sin dejar ni un solo centímetro de piel sin tocar.
¡De repente unos puntos rojos y negros comenzaron a saltar de todo su cuerpo! Rapis, que jamás había visto cosa igual, tuvo la mala idea de preguntarle a Manuel telepáticamente:
-¿Esos seres viajaron conmigo o los he cogido aquí en la Tierra?
Manuel, asustadísimo al oír la pregunta en su mente, levantó rápido el palo (que aún no había soltado) para atizarle con todas sus fuerzas.
Rapis, veloz como un rayo, pegó un salto, que debió de ser tan grande, debido a la diferencia de gravedad con su planeta, que aterrizó en medio de la selva Amazónica.
En la Amazonia
Quedó atónito. A su alrededor sólo había unas cosas enormes de color marrón y verde, en todas sus tonalidades. Las olió, las tocó y hasta las probó. Comprendió al instante que eran seres vivos… Eso sí… Raros; porque, aunque tenían múltiples pies, (lo que nosotros llamamos raíces), no podían desplazarse.
Rapis, de brinco en brinco, ya que no podía caminar entre ellos, llegó a una zona despejada donde sólo se veían los pies de esos seres ¿Qué había sucedido? ¿Estaban matándolos? ¿Trataban de acabar con ellos? ¿Eran un peligro para la humanidad terrestre? No entendía nada…
De pronto, un rugir metálico le hizo girarse, pero no le dió tiempo a nada más. Lo aplastó… dejándolo como un folio a medio escribir.
Pero… ¡Oh sorpresa! No murió. No podía moverse, eso sí. Una ráfaga de viento lo elevó, lanzándolo hacia una gran masa de agua. El enorme río Amazonas.
Tuvo suerte. Mucha mucha suerte. Porque los cocodrilos que pasaban a su lado ni siquiera lo miraron, al no considerarlo una posible comida.
Y sucedió algo insólito, extraño, maravilloso… su cuerpecillo se iba deshaciendo, pero no le dolía, todo era sorpresa, consciente de lo que le sucedía… Y se tranquilizó…Todo acabó en un plis-plas.
Pero el agua seguía su curso, desembocaría en el mar, el sol lo evaporaría y se formarían las nubes, que un día producirían la lluvia que caería en cualquier parte del planeta Tierra.
Y, por eso, cada vez que bebemos un sorbo de agua, su esencia nos inunda y nos ilumina, como ese rayo de sol en el que Rapis viajó hacia Luzo.
Primer cuento de creación colectiva del Taller de Escritura Fiandón. Autor@s: Maria Leis, Yolanda G., Chus M. Neira, José Bachiller y Pepa Díaz