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Otra vez aquí. Otra vez día D. Hoy toca celebrar el día del espermatozoide que consiguió llegar a la meta, es decir, el día del padre. Del superpadre, qué narices… el carpintero que fue padre sin poner una mano encima a su señora y, lejos de cabrearse, como haría cualquier mortal, lo aceptó y, a cambio, en agradecimiento, le crearon un día. Qué guay ¿no? El día de la corbata.
Ni siquiera el día del padre es lo que era. Recuerdo que allá por 1971 o por ahí trabajamos en el colegio durante varios días en el regalo: una cartulina con las hojas de un árbol pintadas cuyo tronco era un puro. Sí, han leído bien: un cigarro puro que iba pegado a la cartulina. ¿Se imaginan semejante regalo hoy en día? Supongo que el puro era infumable, puesto que iba pegado con pegamento y medio… así que doble delito: incitación a fumar y a consumir psicotrópicos. La verdad es que nunca le pregunté al autor de mis días si se lo había llegado a fumar. Ahora uno se va al corte inglés, elige entre un ramillete de chorradas varias, cotiza con la tarjetita blanca y verde y aquí paz y después gloria.
Aunque en esta santa casa no celebramos ninguno de los dos, no puedo evitar hacer un agravio comparativo entre el día del padre y el de la madre, perdónenme. Como siempre, la celebración es desmesurada en el primer caso con respecto al segundo. El único mérito del padre es que uno de sus chicos consiguió, tras muchos esfuerzos y escollos, alcanzar su objetivo, para lo cual se necesitan unas 24 horas. Por cierto, la capacidad reproductiva del ser humano es ridículamente baja con respecto a otros mamíferos: sólo un 20% de posibilidades de concepción. La consecución del objetivo deviene tras un acto agradable y placentero. Y aún encima, tienen un día al año para celebrarlo. Pero claro, una vez logrado empiezan los actos que harán posible la celebración del día de la madre: embarazo (9 meses), parto (un huevo de horas), posparto (varios días), lactancia (x meses)… ¿sigo? Es decir, proporcionalmente en número de horas y escasez de placer, porque créanme, y hablo por propia experiencia, parir es de todo menos placentero, el día de la madre tendría que ser los 364 días restantes del año. Y sin acritud ¿eh? Que por no tener ni siquiera tenemos derecho a un día fijo en el calendario: primer domingo de mayo y a tomar viento… si san José era el padre lo lógico es que el día de la madre fuera el 15 de agosto, festividad de la Virgen. Pero si pensamos diremos… ¿de qué Virgen? porque la pobre, como espantoso adelanto histórico de la multidisciplinaridad de la mujer, se ve multiplicada por varias y tenemos la Virgen del Socorro, la Virgen de Loreto, la Virgen de Montserrat… ¿cuál elegimos entonces? Espinosa cuestión. El día del padre es santo y el de la madre es sólo eso, el de la madre que te parió. No me parece justo.
Si vamos a eso, el día de los abuelos (26 de julio) tendría que separarse y hacer el día del abuelo por un lado y el de la abuela por otro. O si no, hacer el día de los padres. O abolir de una vez el día D y la hora H, que ahora hay día para todo, coño. Por cierto, desde aquí les invito a celebrar conmigo el próximo día D importante: 2 de abril, día mundial del Autismo. Por aquí andaré dando leña. Mientras tanto, me voy a comprar una corbata…
Ana Vázquez Villareal.