Nigeria: “No tengo palabras para describir lo que he visto en Rann”
Nuestro coordinador de proyectos en Nigeria, Alfred Davies, estaba en el campo de desplazados de Rann en el momento del bombardeo aéreo. En estas líneas nos relata lo que sucedió durante el ataque y en las horas posteriores.
Llamé de inmediato al resto del equipo por radio y me tranquilizaron: afortunadamente, ninguno de los compañeros había resultado herido. Nos reunimos en las tiendas que habíamos levantado unos días antes.
Comenzaron a llegar decenas de heridos y siguieron viniendo durante horas.
No hay palabras para describir el caos. Algunas personas llegaban con huesos rotos y la piel y la carne arrancadas; con los intestinos colgando hasta el suelo. Vi cuerpos de niños partidos en dos.
Las tiendas estaban llenas de heridos, y apenas había espacio para moverse. Muchas personas estaban afuera, tumbadas en esterillas bajo los árboles.
En nuestro equipo solo había un médico y una enfermera, pero cada uno de nosotros hizo lo que pudo. Incluso los conductores ayudaron. También contamos con el apoyo de personal de la Cruz Roja y de enfermeros militares.
No vi el avión y no sé exactamente qué tipo de bomba era. Encontramos pequeños fragmentos de metal en los cuerpos.
Frustración ante la masacre
Lo que vi era indescriptible. En una hora contamos 52 muertos.
En el momento del ataque, muchas personas estaban haciendo cola para recibir artículos de primera necesidad como alfombras y mantas en la distribución que habíamos organizado.
Quizás este reparto evitó más muertes ya que muchos desplazados estaban ahí y no en el centro de la ciudad. Esta circunstancia hizo que escaparan de las bombas.
Lo más difícil para nuestro equipo es la frustración de no haber tenido suficientes recursos ni equipo médico para salvar a más heridos. Una docena de personas murieron delante de nuestros ojos sin recibir la atención médica que tanto precisaban.
En Rann solía haber un hospital, pero el año pasado resultó dañado en los combates y ahora no está en funcionamiento. La ciudad se quedó sin instalaciones médicas desde entonces.
Tras meses intentando acceder a esta zona altamente insegura, finalmente llegamos aquí el pasado 14 de enero. Nos encontramos con que las personas que vivían en Rann no tenían nada. La semana previa a nuestra llegada se informó de que 21 desplazados habían fallecido por desnutrición.
La razón por la que estábamos en Rann era muy clara: evaluar el estado nutricional de los desplazados y sus necesidades, incluido si tenían acceso a suficiente agua potable. También vacunamos a niños de entre 6 meses y 15 años y distribuimos artículos de primera necesidad.
Por razones de seguridad, tuvimos que dejar las tiendas a las seis de la tarde. Fue muy difícil para nosotros dejar a nuestros pacientes, pero el equipo de la Cruz Roja ya había comenzado a aliviar la presión y a asumir la situación.
Cuando tuve un momento para mí, fui al cementerio donde ya habían comenzado los entierros de los fallecidos por el ataque.
Es una tragedia. Había 30 tumbas nuevas.
Cabe señalar que, a veces, las madres y sus niños pequeños se entierran en la misma sepultura.
También visité la zona donde golpearon las bombas. Habían caído sobre las casas.
Es incomprensible.
Reconocí el cuerpo de una mujer que había estado en nuestra distribución esa misma mañana. Le habíamos proporcionado paquetes de alimento terapéutico para sus gemelos que sufrían desnutrición. Ahora los veía llorar, aferrándose al cuerpo inerte de su madre.
No encuentro palabras.
Lo que nos permite seguir adelante después de esta terrible y traumática experiencia es saber que hicimos todo lo que pudimos a pesar de no contar con los recursos suficientes.
Tres personas de una empresa privada contratada por MSF para proporcionar servicios de agua y saneamiento en el campo murieron en el bombardeo; una cuarta resultó herida.
Su pérdida ha sido muy dura para nuestro equipo, trabajábamos juntos. Lo único que pudimos hacer por ellos fue enviar sus cuerpos a sus familias.
Quienes han sobrevivido al bombardeo han vivido algo tan duro, tan violento…
Rann era su refugio seguro. El ejército debía protegerlos y en lugar de ello, les bombardeó.
Tenemos que permanecer a su lado”.
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Excluidos y abandonados por Europa en pleno invierno
Buscan protección en Europa, pero han encontrado el cinismo y la negligencia de la UE, unas condiciones de vida indignas y, ahora, temperaturas de hasta 20 grados bajo cero. Los migrantes y refugiados atrapados en Grecia y los Balcanes sobreviven sin asistencia ni preparación para el invierno. Duermen bajo la nieve y la lluvia helada. Varios ya han muerto de hipotermia.
La situación es especialmente preocupante para los que están atrapados en las islas griegas, que viven en tiendas de campaña en campos hacinados y para los que están varados en edificios abandonados en Belgrado o tratando de cruzar las fronteras de los Balcanes. Desde Médicos Sin Fronteras (MSF) hemos solicitado de forma reiterada a las autoridades de Grecia y los Balcanes que mejoren las condiciones de cara al invierno.
“Con el pacto entre la Unión Europea y Turquía y el cierre oficial de la ruta de los Balcanes, la UE ha decidido convertir a los países extracomunitarios en guardianes de sus fronteras, en un intento de frenar el flujo de quienes buscan protección huyendo de las zonas de conflicto más activas actualmente”, declara Stefano Argenziano, nuestro coordinador de programas para migrantes y refugiados. “Las personas sufren una grave falta de asistencia y esta situación pone sus vidas en peligro. Somos testigos de las consecuencias más crueles e inhumanas de las políticas europeas, utilizadas como instrumento para disuadir –y que acaban convirtiendo en víctimas– a quienes solo buscan seguridad y protección en Europa”.
Varados en Serbia
A día de hoy más de 7.500 personas están varadas en Serbia, viviendo en campos hacinados y asentamientos improvisados. El país ha acordado con la UE albergar hasta a 6.000 personas, de las cuales solo 3.140 viven en instalaciones adaptadas para el invierno. En Belgrado, alrededor de 2.000 jóvenes, principalmente de Afganistán, Pakistán, Irak y Siria, están durmiendo en edificios abandonados en el centro de la ciudad, con temperaturas que alcanzan los 20 grados bajo cero. En los últimos meses, las autoridades serbias han restringido enormemente la provisión de ayuda humanitaria a estas personas, permitiendo únicamente a voluntarios una distribución básica de mantas y comida. “Durante meses, la estrategia ha sido bloquear la ayuda humanitaria para empujar a estas personas hacia los campos oficiales. Pero los campos están llenos y ya están por encima de sus capacidades, por lo que estas personas no tienen más opción que dormir en edificios abandonados, sometidos a bajas temperaturas”, explica Stephane Moissaing, nuestro coordinador general en Serbia.
Así, nuestros equipos en el terreno han instalado algunos calefactores como medida de emergencia para tratar de proteger a la gente y actualmente está negociando con las autoridades un aumento de la capacidad de refugio: “Durante meses hemos pedido a las autoridades de Serbia, a la UE y al Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) que establezcan soluciones a largo plazo para evitar esta catastrófica situación. El fracaso colectivo de estas instituciones ha dejado al descubierto incluso las necesidades más básicas, exponiendo a personas ya vulnerables a sufrir aún más. Varias personas ya han muerto de hipotermia en las fronteras de Serbia y Bulgaria. No podemos quedarnos mirando mientras aumentan las cifras de víctimas del frío o la violencia, como está ocurriendo desde el cierre de la ruta de los Balcanes.
Bloqueados en Grecia
La situación no es mejor en las islas griegas, donde miles de personas todavía están atrapadas en campos superpoblados, viviendo en frágiles tiendas de campaña a temperaturas bajo cero. “Estas familias abandonadas bajo la nieve y la lluvia helada están pagando el precio del cinismo europeo y de su reprochable trato con Turquía”, dice Clement Perrin, nuestro coordinador general en Grecia. “Es indignante ver que, a pesar de todas las promesas y declaraciones europeas, hombres, mujeres y niños viven en tiendas bajo la fría lluvia. Hacemos un llamamiento a las autoridades griegas y a la UE para que adopten urgentemente medidaspara garantizar que todos los refugiados y migrantes de las islas se alojen en condiciones de vida dignas y adecuadas“.
El hacinamiento y la grave falta de preparación para el invierno conllevan peligrosos riesgos para la salud y la seguridad de estas personas. La mayoría de los pacientes atendidos por nuestros psicólogos en las consultas de salud mental en los últimos meses en Samos y Lesbos muestran que las pobres condiciones de vida son la causa o un factor importante de sus problemas psicológicos. “Las autoridades griegas deben dejar de felicitarse por los logros humanitarios cuando miles de personas sufren los rigores del invierno a la espera de que sus solicitudes de asilo sean procesadas. Ninguna persona que busque protección o que huya de la guerra, la tortura y la violencia extrema debe ser abandonada en el frío invierno”, concluye Perrin.
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Distribuimos alimentos a 10.500 desplazados en el norte de República Centroafricana
Han recibido 97,8 toneladas de comida en siete campos de desplazados en Kabo, Gbazara y Moyenne Sido, en el norte del país. Alrededor de un 40% de la población, unos dos millones de personas, se encuentra en situación de inseguridad alimentaria.
La distribución de alimentos, una actividad no habitual para nuestra organización, se realizó como medida preventiva, cuando tuvimos conocimiento de que en las últimas semanas las personas desplazadas estaban recibiendo raciones insuficientes.
Recientemente, el Programa de Alimentos Mundial (PAM) alertó de la falta de fondos a la que se enfrenta y que podría suponer la interrupción de la ayuda a 150.000 desplazados y refugiados. El PAM tenía previsto asistir a 700.000 personas en el país antes de que el déficit de financiación la obligara a reducir las raciones a la mitad y a limitar su objetivo de asistencia a 400.000 personas.
En respuesta, Naciones Unidas ha acordado una ayuda de urgencia de un millón de dólarespara el PMA, pero esta únicamente cubre el 10% de las necesidades actuales.
“La distribución de alimentos no es, y no debe ser, una actividad regular de MSF. Hemos detectado una situación de fragilidad evidente en muchas de las familias en los siete campos de desplazados (tres en Kabo, uno en Gbazara y tres en Moyenne Sido). Los combates recientes en Kaga Bandoro y Bambari han forzado a otras organizaciones a derivar sus recursos allí. Esta es la razón que nos ha llevado a actuar en estas zonas. No podemos olvidar que el porcentaje estimado de población en situación de inseguridad alimentaria en República Centroafricana es del 40%, unos dos millones de personas”, explica María Simón, nuestra coordinadora general en el país.
Así, cada una de las 2.049 familias ha recibido 36 kilos de arroz, 5 kilos de judías, aceite, sal y azúcar.
La distribución comenzó el pasado 22 de diciembre y se prolongó hasta la semana pasada. Esta operación se desarrolló como complemento a nuestras actividades sanitarias preventivas, entre ellas, la vacunación de 2.757 niños y niñas de entre 6 semanas y 15 años. Estas actividades también incluyeron el reconocimiento de su estado nutricional, análisis de malaria y la provisión de complementos de Vitamina A. También fueron inmunizadas las mujeres embarazadas que recibieron suplementos de hierro y ácido fólico.
“Muchas de las familias desplazadas huyeron ya en 2009, otras abandonaron Bangui en 2011 y 2014, y a estas se suman retornados que primero huyeron a Chad y luego han regresado. Hablamos de familias cuya capacidad de adaptación se está agotando y para las que la situación no hace sino empeorar”, explica María Simón. “Somos testigos del sufrimiento causado por una crisis humanitaria y un conflicto cuya intensidad, duración y consecuencias a largo plazo no disminuyen. Hay que hacer más y hay que hacerlo ahora. Por parte de todos: donantes, agencias y ONG que actúan en un país al que ya se ha administrado una dosis más que generosa de sufrimiento e indiferencia”.
Trabajamos en RCA desde 1997. En 2016, gestionamos 17 proyectos repartidos en 9 de las 17 provincias del país. Más de 2.900 trabajadores centroafricanos y 230 internacionales asisten a los pacientes en 13 hospitales, 3 maternidades y 47 centros y puestos de salud. Desde 2013 y ante el renovado conflicto que asoló el país, hemos doblado nuestra actividades y los proyectos de atención médica gratuita a la población.