En nuestra búsqueda de mujeres anarquistas, nos encontramos con Salvadora Medina (1894-1972), periodista y escritora anarcofeminista. La cual expondremos una breve ficha biográfica extraída del libro “La Idea. Perspectivas de Mujeres Anarquistas” de la Editorial Eleuterio.
Para luego exponer un extracto del articulo, “De Anarquistas y Feministas: mujeres latinoamericanas a principios del siglo XX”escrito por las investigadoras Marìa Figari, Maria Marta Hovhannessian y Laura Sacchetti. El artículo si lo desean lo pueden descargar en PDF [de-anarquistas-y-feministas]
Y para finalizar, adjuntamos un breve documental sobre la vida de Salvadora Medina que hizo el Canal Encuentro de Argentina.
Ficha Biográfica:
Salvadora Medina Onrubia (Buenos Aires, 23 de marzo 1894 – Buenos Aires, 1972). Periodista y escritora anarcofeminista, conocida como la “Venus Roja”. En Gualeguay vivió su infancia y se hizo maestra. Desde 1909 mantuvo una intensa campaña en defensa del joven anarquista Simón Radowtzky. La primera carta enviada por Radowitzky cuando salió en libertad de la prisión de la isla de Flores fue dirigida a ella.
Colaboró en el periódico anarquista La Protesta. En 1915 conoció a Natalio Botana, editor de La Crítica, con quien se casó. Tuvo un primer hijo soltera y luego de su matrimonio, tres más.
Por su defensa de los presos y sus ideas, el 6 de septiembre de 1930 fue detenida y encarcelada por la dictadura militar del general Jose Félix Uriburu (quien también fusila a Severino Di Giovanni). Algunos la defendieron, pero ella, cuando se enteró de esta iniciativa le envió una carta al dictador manifestando todo su desprecio.
Entre 1946 y 1951 dirigió el diario Crítica, una vez muerto su marido. Durante su vida colaboró en numerosos periódicos anarquistas y “burgueses”. Destacó como autora teatral, de novelas y poemarios. Estuvo influenciada por la teosofía.
_________
De Anarquistas y Feministas; mujeres latinoamericanas latinoamericanas a principios de siglo XX. [de-anarquistas-y-feministas]
UNA MUJER DESCENTRADA: SALVADORA MEDINA ONRUBIA.
Lo mas acertado para definirla es recurrir a sus propias palabras: “soy en mi carne la Argentina misma“.
La historia oficial suele invisibilizar el rol de las mujeres en nuestra sociedad. En este caso, Salvadora es recordada sólo como la mujer de Natalino Botana, el célebre director del diario “Crítica”.
Es frecuente que cuando una mujer no conforma los ideales del estereotipo de su época, sea considerada la oveja descarriada o la fémina marginal
Por su militancia en el anarquismo se la llamo la Venus Roja. La sociedad porteña de principios del siglo XX, acartonada y pacata la llamo la oveja descarriada “aquella a quien no se respeta”, por ser mujer, por ser militante de un movimiento que no acepta ningún cercenamiento a la libertad de las personas. Salvadora Medina Onrubia, poseía una belleza extraordinaria unida aun apasionamiento por las causas libertarias.
Dueña de un indómito espíritu, anarquista y madre soltera fue una mujer singular que participó en numerosos acontecimientos de la vida política y social de la Argentina, como por ejemplo en las refriegas entre obreros y ejército durante a Semana Trágica, en donde fue oradora de los mitines políticos.
Vista a la distancia no debería asombrarnos su participación en la vida política, sin embargo no debemos olvidar los prejuicios de la época, que condenaban a la marginación a las madres solteras. La maternidad se legitima a partir del matrimonio, y los hijos fuera del mismo eran estigmatizados como “guachos”.
Salvadora es sumamente inteligente, dotada de una mente brillante que se desarrolla como periodista, escritora y poeta. Debido a su compromiso político es encarcelada bajo el prontuario N° 21.849 de la Policía Federal.
Tenía 15 años cuando abrazó la causa de defensa de un militante, el joven anarquista, Simón Radowitzky quien ejecutó al Cnel. Ramón Falcón, jefe de la Policía Federal. Se propuso pelear y luchar incansablemente por su libertad, incluso entrevistándose en la Casa Rosada con el presidente Hopólito Yrigoyen, que la respetaba y temía. Como no logró sus objetivos por esta vía, participó en la planificación de la fuga de Radowitzky y cuando el libertario ruso fue recapturado, luchó por su indulto hasta lograrlo.
La primera carta enviada por el militante anarquista cuando salió en libertad fue para ella. La misma lucha llevó a participar en la Semana Trágica y en 1930 la dictadura militar la apresó: Fue el 6 de septiembre cuando el general José Féliz Uriburu ordenó la prisión, el mismo día del golpe.
Luego, un grupo de intelectuales argentinos envió una carta al dictador para solicitar “magnanimidad” con Salvadora por “su triple condición de mujer, de poeta y de madre”. Pero ella no estuvo de acuerdo con el pedido y le mandó al general otra carta, desde la cárcel, en la que la que le manifiesta todo su desprecio.
CARTA A URIBURU ENVIADA POR SALVADORA DESDE LA CÁRCEL
En 1931, en Argentina, casi un año después de perpetrado el primer golpe de Estado de nuestra historia, gobernaba el dictador fascista José Félix Utiburu.
Su régimen inauguro el ciclo de los golpes militares en Argentina. La ruptura del orden constitucional y el derrocamiento de un presidente elegido por amplio margen de votantes a favor.
Este mismo régimen fue el encargado de desatar la persecución ideológica, la tortura como infame mecanismo de interrogación, la introducción de la picana, la censura y el destierro forzoso de muchos opositores, entre otras “bondades” autoritarias que con los años se irían perfeccionando.
Uriburu y su comisario político, Leopoldo Lugones (hijo), cuyo mérito en la función pública fue la introducción de la picana eléctrica y otros métodos de tormento, clausuraron el diario Crítica uno de los periódicos más importantes y sin duda el más popular de la época, y detuvieron a su director propietario Natalino Botana (que en un principio había apoyado el golpe), y a su esposa, Salvadora Medina Onrubia. Salvadora en su lugar de detención, no se calló. Lejos de amedrentarse por la intimidación de sus carceleros, logró escribir, casi clandestinamente una carta dirigida al general Uriburu que, inmediatamente tomó estado público gracias a la filtración de un familiar.
Cárcel del Buen Pastor, Julio 5 de 1931.
“Gral. Uriburu, acabo de enterarme del petitorio presentado al gobierno provisional pidiendo magnanimidad para mí. Agradezco a mis compañeros de letras su leal y humanitario gesto; reconozco el valor moral que han demostrado en este momento de cobardía colectiva al atreverse por mi piedad a desafiar sus tonantes iras de Júpiter doméstico. Pero no autorizo el piadoso pedido… Magnanimidad implica perdón de una falta. Y yo ni recuerdo faltas ni necesito magnimidades.
Señor general Uriburu, yo sé sufrir. Sé sufrir con serenidad y con inteligencia. Y desde ya lo autorizo que se ensañe conmigo y eso le hace sentirse más general y más presidente. Entre todas esas cosas defectuosas y subversivas en que yo creo, hay una que se llama karma, no es un explosivo, es una ley cíclica. Esta creencia me hace ver el momento por que pasa mi país como una cosa inevitable, fatal, pero necesaria para despertar en los argentinos un sentido de moral cívica dormido en ello. Y en cuanto a mi encierro: es una prueba espiritual más no la más dura de las que mi destino es una larga cadena. Soporto con todo mi valor la mayor injuria y la mayor vergüenza con que puede azotarse a una mujer pura y me siento por ello como ennoblecida y dignificada. Soy, en este momento, como un símbolo de mi Patria. Soy en mi carne la Argentina misma y los pueblos no piden magnanimidad.
En este innoble rincón donde su fantasía conspiradora me ha encerrado, me siento más grande y más fuerte que UD.,que desde la silla donde los grandes hombres gestaron la Nación, dedica sus heroicas energías de militar argentino a solar hogares respetables y a denigrar e infamar una mujer ante los ojos de sus hijos… y eso que tengo la vaga sospecha de que UD. debió salir de algún hogar y debió también tener una madre. Pero yo sé bien que ante los verdaderos hombres y ante todos los seres dignos de mi país y del mundo, en este inverosímil asunto de los dos, el degradado y evilecido es UD. y que ustes, por enceguecido que esté, debe saber eso tan bien como yo.
General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta, como desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio” .-
Salvadora Medina Onrubia. Cárcel del Buen Pastor, julio 5 de 1931.
Las palabras de Salvadora sin duda reflejan la valentía de una mujer que sería diferente a las mujeres de su familia y a la mayoría de las mujeres de su clase.
Versión de “Las Descentradas”
En los últimos años, a través de la edición de sus obras teatrales y de la publicación de diversos trabajos sobre su vida y obra, cobro interés como un personaje con peso propio dentro de la historia cultural argentina.
Salvadora Medina Onrubia cometió todos los pecados imaginables para una mujer de principios de siglo; fue madre soltera a los dieciséis, militante anarquista, feminista periodista escritora, dramaturga,y, como si fuera poco, recién aceptó casarse con Botana después del tercer hijo.
Cuando intentamos acercarnos a su vida encontramos pocos datos, por ejemplo, sabemos que nació en 1894 en La Plata y vivió su infancia en Gualeguay, Entre Ríos. Hija de una mujer, que ante la muerte del marido, se vio obligada a mantener a la familia trabajando como maestra. Poco y nada se sabe del padre de Salvadora, salvo que ella no llegó a conocerlo y que su figura es tan ausente que ni siquiera hay referencia a esta ausencia en sus escritos. Muy temprano en su vida ella también debe salir a trabajar. A los dieciséis años quedó embarazada de un hombre que desaparece al enterarse que va a tener un hijo. Pero ella decide tenerlo y mudarse a Buenos Aires. Una gran ciudad siempre es mejor que un pueblo para alguien que no quiere vivir bajo la lupa de otros. Además, será éste el lugar propicio para concretar sus sueños de artista.
Buenos Aires la recibe con cierta hostilidad, como lo hacia con todos aquellos que
venían del interior a realizar sus sueños. Con un hijo a cuestas debe trabajar para mantenerlo, y si bien nunca renuncia a sus sueños artísticos, comienza a escribir para el diario anarquista “La Protesta” y a su vez se convierte en la primera mujer empleada como colaboradora permanente en ese diario. Con el tiempo, también colaborará con La Nación, El Hogar, Caras y Caretas y otras publicaciones. Es en esa época que conoce al joven periodista que acababa de fundar el diario Crítica y soñaba con transformar el periodismo. Se enamoraron, inician sus vidas juntos y, él se hace cargo del pequeño “Pitón”, el hijo que Salvadora había traído al mundo sin ayuda de nadie.
De su larga convivencia, con el tiempo vendrán otros niños, “Poroto”, “Tito” y Georgina “la China”, los 3 hijos de Natalino y Salvadora.
Mientras tanto, el joven periodista Botana se convierte en un empresario millonario cuyo poder mediático le permite influir en el devenir político de la sociedad argentina. En su casa se organizaban reuniones y cenas que incluían a los intelectuales más destacados de la escena nacional e internacional de aquellos años: Olivario Girondo, Alfonsina Storni (Con quien Salvadora mantiene desde muy joven una profunda amistad), Federico García Lorca, Rafael Alberti, Maria Teresa León, David Siqueiros, entre otros.¹
Entre Salvadora y Natalino habrá idas y venidas, tensiones y acercamientos, amor y odio. Y resentimiento. Resentimiento y celos porque Natalino -escribe Salvadora- le robaba el cariño de los hijos, los seducía “con dinero y permitiéndoles todo lo que se les antojaba“, y porque nunca le perdonaría el haberle regalado aquel arma a su hijo mayor Pitón. Aquella arma que le quitará la vida en un confuso episodio, cuando Pitón sólo tenía 17 años.
Algunos allegados, los que no querían nada a Salvadora, la culparían a ella de la muerte del hijo, porque, decían que ella le había dicho, en medio de una pelea que Natalino no era su verdadero padre, y después de eso Putón se pegó un tiro.
Otras versiones de la historia, como la biografía de Josefina Delgado, narran un episodio más confuso donde no queda claro si se trató de un suicidio o de un accidente y recuerdan la tenaz resistencia que había puesto Salvadora, al arma que el padre regaló al hijo.
Luego de la muerte de Pitón esta mujer que había hecho frente a todas las dificultades de su vida, parece por primera vez, darse por vencida. El dolor era demasiado fuerte y el alcohol estaba allí para aliviar, aunque sea por momentos, esa pena. Algunos viajes, la escritura y su continuo compromiso con la causa anarquista son alguno de los factores que logran sacarla de esa profunda depresión, aunque algunos dicen que en realidad ya nunca fue la misma.
Hasta aquí algunos de los hechos más significativos en la vida de Medina Onrubia, quien tras la muerte de Natalino se hace cargo del diario y muere en Buenos Aires en 1972.
“Mi karma es vivir a medias entre dos vidas” le dice Salvadora al muralista mexicano David Alfaro Siqueiros en una de esas charlas que tenían los dos cuando el mexicano estaba viviendo en la casa de los Botana en la localidad de Don Torcuato, donde pintó el famoso mural Ejercito Plástico.
Salvadora Onrubia, dividida y plagada de contradicciones. Por un lado, la mujer que milita activamente en el anarcofeminismo, yendo a visitar a compañeros detenidos, ayudando a conseguirle trabajo a obreros despedidos, colaborando con periódicos anarquistas, participando en movilizaciones populares, luchando infatigablemente. Por el otro, la esposa de un personaje que se hizo famoso, el hombre que desde su diario Crítica ayudó a la conspiración que derrocó al gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen e hizo posible el gobierno de facto.
La misma mujer que vivía rodeada de lujos, unida en matrimonio con aquel hombre millonario al que por momentos tanto parecía aborrecer por encontrarlo tan egoísta, negociador, ambicioso, y sobre todo por haberla atrapado “en una red de la que no pude escaparme sino mucho después. Cuando ya no sabía realmente si servía de algo escapar“. Y será esto justamente lo que marcará y atravesará la vida de Salvadora: ese despreciar a Botana por lo que él representa ajeno a sus valores y a su vez amarlo y no poder despegarse de él, por todo lo que los une. Ese no poder escapar, o no querer, o no poder querer.
En medio de esa disyuntiva escribe “Las descentradas”, la obra que tiene que ver justamente con este sentirse fuera de lugar. “Ovejas negras” entre la burguesía e “inmaculadas” entre las ovejas negras. Esta obra, que fue estrenada por primera vez en el Teatro Ideal en marzo de 1929, fue la más exitosa de Salvadora, quien además de publicar diversas piezas de su autoría, tradujo obras del inglés y del francés.
“Las descentradas” es una obra que bucea en esas hipocresías de las buenas costumbres de principios de siglo. Las descentradas son estas mujeres que escapan al estereotipo femenino. ¿Qué debe ser una mujer? ¿Qué debe hacer? ¿Qué le está permitido? ¿Qué no? La protagonista de la obra, Elvira, una mujer que cuestiona la institución del matrimonio y que vislumbra la posibilidad de un amor más allá de las instituciones, dice en un momento: “A pesar de ser mujer, me permito el lujo de tener ideas ¿sabe? Yo tengo ideas boxeadoras. Ideas que se dan directas y crosses y swings con la vida (…) Sólo soy un bicho antisociable y salvaje que tiene la desgracia de ver cosas raras que nadie ve“
Eso son las descentradas, mujeres que permiten el lujo de tener ideas, salirse del rebaño, ser diferentes.
La última vez que se puso en cartel esta obra, fue en diciembre del 2008, en el teatro Puerta Roja. La misma fue dirigida por Adrián Canale y protagonizada por Carolina Tisera.
La vigencia del texto y el nudo gramático de la obra cobran vigencia hoy.
Todavía las mujeres somos consideradas díscolas, atrevidas, contradictorias transgresoras, audaces, pasionales, y sin embargo no hemos alcanzado la estatura suficiente para que en los libros de historia podamos hacer visible aquello que permaneció y permanece invisible.
Salvadora es un personaje para considerar y seguir investigando, por un lado la imagen díscola y transgresora, por el otro su rol de esposa y medre de familia, abuela de otro irreverente escritor argentino, Raùl Damonte, más conocido por el sobrenombre que le pusiera Salvadora: “Copi“
¹ Conocemos también que entre las personas que visitaban la casa de Natalino y Salvadora se encuentra el poeta chileno Pablo Neruda, y el ex-presidente Arturo Alessandri cuando fue exiliado por la dictadura de Carlos Ibañez del Campo.
https://periodicolaboina.wordpress.com
SALVADORA MEDINA ONRUBIA