Cómo me gustaría que mis palabras fueran el mejor bálsamo para vuestras heridas. Que sosegaran al inquieto y consolaran al afligido. Que reconfortaran al que sufre y socorriesen al desvalido. Que acompañaran al solitario, diesen fe al descreido y calentaran los corazones de los que tienen frío.
Pero sobre todo me gustaría abrazar espíritus, acariciar almas y sacudir conciencias. Porque llegará un día en que no habrá que restañar heridas, sufrir será prohibido, nadie estará inquieto o desvalido, ni se sentirá solo o pasará frío. Y eso ocurrirá cuando entendamos que las personas son otros “yo” pero con otra piel y circunstancia. Que nadie es más ni menos que nadie y todos en el camino estamos. Que aquí venimos a aprender, y que el que no aprende repite, y que nadie se lleva nada excepto el aprendizaje.
Es lo que dejas en los demás lo importante, y lo que digan de ti cuando emprendas tu último viaje.
Jorge Drexler – Milonga del moro judio (video clip)