En mi calle, de pequeño, me llamaban pájaro no porque tuviese pluma, si no por lo bien que subía a los árboles y el tiempo que me pasaba en ellos. Por eso era el encargado de hacer los columpios. Desde entonces me gustan las alturas porque se ve todo mejor y no se aprecia la porquería ni las chapuzas.
Hay que tener mucho control y equilibrio para tirarse al aire y maniobrar sin esfuerzo. Volar es lo más parecido a no tener cuerpo, flotar en la nada y sentir la brisa en el pico. Solo me poso para comer, beber, bañarme, aparearme y dormir. Defeco en pleno vuelo y juego a darle a algo por el sentido lúdico de la existencia. Mi traje, bonito y ligero, es para toda la vida, lo lavo a diario y nunca pasa de moda. .
Soy un “pájaro de cuidado” que vive en Arcadia e inverna en Albanta, donde los trinos son polifonía sin derechos de autor. El trayecto es un poco largo pero es fácil adelantar por arriba o por abajo, por la derecha o por la izquierda, sin peajes ni atascos, aunque a mi me gusta salir un poco antes o después que la bandada y así voy a mi aire.
P. D. Conozco a Juan Salvador y somos buenos amigos. Volar significa irse.Y ¿quién se va? El que no está a gusto.