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Siniestro total:

Julián Hernández: voz, guitarra eléctrica, coros.

Javier Soto: guitarra eléctrica y coros.

Óscar G. Avendaño: bajo y coros.

Ángel González: Batería.

Jorge Beltrán: saxo, teclados y coros.

La última vez que tuve oportunidad de ver a Siniestro Total en directo no había internet, por lo menos no para el currito de a pie, como la que suscribe, así que imagínense. Fue allá por agosto del 90 en el estadio de Balaídos como teloneros de Madonna, figúrense. Así que cuando anunciaron una minigira con motivo de su 33 cumpleaños que incluía un concierto en la sala Garufa Club de La Coruña no me lo pensé, habida cuenta la estupenda acústica del local y que todavía no había ido a ver a ninguna banda de alcance nacional en ella. Como era de esperar, estaba petado: aforo completo. Cincuentones a patadas con sus hijos quinceañeros, pero también mucha chavalada de veinte y algo más que se sabían los temas de memoria.Empezó el concierto con cierta puntualidad, solo diez minutos de retraso sobre el horario previsto (unas terribles nueve y media, qué horas para el rock and roll, señor…). Música clásica ambiental con cierto tonillo fúnebre elegida, según me dijo Pepe Doré, por el propio Julián. En el escenario, dos grandes letras de neón: ST. Empezó a sonar el tema central de Jesucristo Superstar y aparecieron ellos. Julián tuneado como un enterrador del far west: sombrero de ala ancha y sobria indumentaria negra. Y, por supuesto, sus inseparables gafas de pasta y su guitarra eléctrica. Enlazaron el tema con su versión del “Birthday” de los Beatles. Rularon las garimbas y movíamos el culo, claro. A pesar de no ser de mis grupos favoritos y de haberlos considerado siempre un poco “música de vacile”, lo cual tiene su lógica pensando que sus letras tienen la poca profundidad que le pueden otorgar temas como “me pica un huevo”, es imposible quedarse parado al escucharlos. Siguieron con el nuevo single: “Chico de ayer”. Tienen donde elegir, su producción abarca catorce álbumes de estudio, y Julián tenía voz fría. Para cuando llegó el primer himno, “Miña terra galega”, ya la había calentado totalmente y el respetable entró en delirio.Como buen rockero, Julián sabe más por viejo que por diablo y usa la táctica de que no hay mejor defensa que un buen ataque. Entre dos temas se dirige a nosotros y nos da a elegir entre escuchar a su bajista, más vigués que las ostras de la Piedra, hablar en coruño o que le cantemos el “Vigo no”. Por supuesto, hacemos lo segundo. De todos modos, no creo que haya quedado frustrado: la convocatoria coruñesa fue impresionante. De paso nos informa de que el neón de ST que decora el escenario fue lo único que pudieron “rescatar” del desguace del Banco Pastor. Chicos listos…A lo largo de hora y media siguen desgranando temas con precisión suiza y casi sin dejar un respiro entre uno y otro: “Yo quiero ser Alaska”, “Ay Dolores”, “Vamos muy bien”, la versión del “Downtown” de Petula Clark (sí, oh, sí), “Matar hippies en Las Cíes”, “No me lavo en la vida” (nuevamente una versión, esta vez de la sesentera “In the gadda da vida” de Iron Butterfly), la divertidísima “Todo por la napia”, “Diga qué le debo” (fantástica enumeración caótica de comida y bebida), “Cuánta puta y yo tan viejo” y, por supuesto, “Ayatollah”, nuestro personal himno punk, que no podía faltar, entre otras. Bisaron con “Bailaré sobre tu tumba”, la metafísica “Quiénes somos?, de dónde venimos? a dónde vamos?” y terminaron, como no podía ser de otra manera, con esa particular versión de del “Highway to hell” titulada “Somos Siniestro Total”, dejándonos a todos sudorosos y satisfechos. En total, casi hora y media de actuación. Eché de menos muchos temas míticos en el repertorio, como “Quiero bailar rock ‘n’ roll” y otros de la época, pero qué le vamos a hacer. Se lo curraron, de eso no cabe duda.En cuanto a la parte técnica, quedé gratamente satisfecha. El sonido fue impecable y la ejecución también. Buenos solos de guitarra por parte de Javier Soto bien apoyado con la rítmica por Julián e intervenciones de saxo y teclado que le daban un toque especial a los temas. Muy buenos coros por parte de la banda y Julián, bueno… nunca fue Pavarotti y, como señalé antes, tardó un poco en calentar, pero estuvo correcto. Al día siguiente tocaban en La Iguana de Vigo con grabación en vídeo incluida, así que supongo que había que reservarse. Como imaginaba, la acústica de la que hoy es la mejor sala de conciertos de La Coruña no decepcionó en absoluto, más bien todo lo contrario. Espero poder asistir a muchos más eventos como éste en el futuro.

Texto por Ana Vázquez Villareal.

Foto por Gabriel Rosón.