Formulario de acceso protexido por Login Lockdown

SARA5

SARA3

Hoy estaba fumando en la puerta de una cafetería (sacrosanto Macondo) cuando ha pasado un muchacho corriendo con el perro y de repente se para.

—¡Eh, enhorabuena, tú eres la rubia del Combate Poético, me gustó mucho! ¡Aunque sólo pude quedarme al primero porque tenía que irme, pero me encantó eso de, cómo era, “el médico dictamina enfermedad… y la vecina decía…”, sí, lo hiciste muy bien!

Dos besos. Sigue corriendo tras su perro, que se le escapa.

En mi muro hay unos cuantos que sois de la élite. Al menos, sabéis lo que son editoriales de verdad, contratos, porcentajes, presentaciones y firmas. También editores. Y periodistas culturales. Otros sois escritores de nivel pequeño. Otros sólo aficionados anónimos. Para mí, este detalle minúsculo que os acabo de contar significa un universo entero. Ya no porque alguien recuerde unas líneas de un poema mío, cuando yo no soy capaz de recordarlos. Ni siquiera por ego, no me siento estupenda ni mejor que nadie porque me reconozcan, me alaben o por haber ganado premio alguno.

Es un Universo porque significa vida. Es un Universo completo porque he pasado 20 años sufriendo, considerando que era un bicho raro porque no podía parar de escribir y, sin embargo, debía hacerlo mal porque… pues porque ningún premio literario. No me atrevía con editoriales, en revistas literarias pedían bibliografía y además era una adolescente. Y mujer. Doblemente tomada poco en serio. Tampoco tenía nadie del entorno, amigos más o menos cercanos, que se interesaran por las letras.

Veinte años (y redondeo cifra, son algunos más) soportando todo tipo de mierdas, tanto afectivas y emocionales (porque total, quién me va a querer con lo rara que soy, me quedo con el primero que me haga caso) como laborales, cualquier trabajillo es bueno, tener un contrato y una estabilidad, ya si eso cuando tenga una vida estable futura me dedicaré “en serio” a lo de escritora…

Todos estos años casi los pago con la muerte. Enfermé de depresión y todos los días planeaba mi suicidio, porque me di cuenta de que había desperdiciado esos 20 años, que había nacido 10 años antes, que con internet, editoriales nuevas y más permisivas con los jóvenes, etc. lo hubiera tenido más fácil y no me hubiera sentido un bicho raro, que los jóvenes escritores estaban o están vendiendo y publicando y en algunos casos, comparo aunque esté feo eso, mis letras no son tan horrorosas como yo pensaba. Queda aún por mejorar y seguir aprendiendo, no digo que hoy y ahora merezca el Nobel de Literatura, pero tampoco es una basura pestilente. Sólo que nunca hubo nadie ahí. Nunca he tenido un Max Brod, yo sí quemé los libros que tenía escritos (quedan copias en el registro de la propiedad intelectual de Málaga). Para qué seguir viviendo sin sentido.

El problema es que también llevo un camino demasiado extenso y simultáneo (10-15 años recientes) por territorios de desarrollo espiritual, metafísicos y religiosos tan extraños como podáis imaginar. Y tengo un par de ovarios, así que me enfrenté cara a cara al problema. Lo siento, me negué a ir un profesional y eso que ahora estudio para psicóloga y ayudar a otros, incluso me negué cuando deducí leyendo que quizá estaba en medio de una depresión grave. Porque antidepresivos o terapias aliviarían un rato lo mismo que una borrachera de licor café (y tengo 200 bares en mi barrio) o lo aliviarían a largo plazo, pero no atajarían el problema real, que es escribir un libro tras otro. Dudo incluso que encontrara un terapeuta que lo entendiera, los coachings para artistas se llevan en Estados Unidos pero aquí no se nos toma en serio. Por eso autopubliqué y autoedité a lo bestia Los versos del hambre: generación 30, estaba harta de esperar a que “alguien” dijera ‘sí, es lo tuyo, puedes hacerlo’. O un libro publicado por fin o moría por mi propia mano, la que siempre se había reído de esos estúpidos autores que siendo famosos se suicidaban, qué exagerados, dramáticos y absurdos me parecieron siempre, ja. LVdH ni fue un bestseller ni lo pretendía, ni fue importante, ni siquiera es “literatura” (es un estilo minimalista y cortante a lo crónica periodística). Pero conseguí algún que otro lector fan que desde entonces me sigue. Y el detalle más alucinante: el escritor que admiraba en ese momento hizo una reseña, sin yo pedirla. Se lo envié porque salía mencionado, como una muestra de deferencia y gratitud. Es posible que quizá hiciera la reseña sólo porque salía mencionado. Da igual: lo importante es que SE LO LEYÓ entero. Y no le pareció TAN MAL como la mierda que yo pensaba que era. Sobre todo, porque lo escribí a mi ritmo normal (una semana trabajando día y noche).

No os puedo describir la sensación de la hora siguiente que pasé cuando me avisaron y leí esa reseña. Estaba en Málaga en la playa, de vacaciones, y me quedé una hora en la orilla, inmóvil mirando el horizonte y las olas. Ni en mis mejores tiempos de meditación he conseguido permanecer tantos minutos quieta, llena de vacío absoluto. 😅

Esa sensación no tiene nada que ver con el orgullo. Ni con el ego. Es más como cuando Neo despertó de Matrix. Quitarse 20 años de costra y mierda de encima. Y esto es un esbozo de todos los factores del contexto cuando digo alegremente “me curé sola de una depresión por mis santos ovarios”. No es tan fácil ni sencillo, tampoco es que alucine; ahora que lo he estudiado en la carrera, no exagero, sí que era una señora depresión. Pero tened en cuenta que no todas las personas se han entrenado 10-15 años en autoconocimiento específico como para saber dónde mirar. Y desde entones (2013) estoy en ello, por las redes sólo hablo de escritura y libros como tema principal.

Por eso necesito, por eso quería, por eso debo escribir el libro tan cacareado de Bajo el árbol morado, porque tengo que seguir adelante perdonando esas dos décadas. Aunque haya creado unas expectativas demasiado altas y no es para tanto, luego me lo tiraréis a la cabeza, ay.

Valga este ataque de teclarrea para daros las gracias a todos. Por eso pongo esas caras cuando me animáis y tal. Escribir es lo más sencillo del mundo, cualquiera hace un libro, igual que cualquiera respira. Al menos, para mí. Pero también me pesa demasiado. Yo no elegí escribir, es lo que soy.

🌻 Gracias.

Comentarios
Pepa Díaz

Pepa Díaz Esto solo es el principio, campeona… Esos trabajillos internos sirven, y ya empiezas a saber cuánto, para que el universo, cuando empiezas a creer en tí, conspire (es por resumir, lo de la alusión a Paulo Cohelo)… En el fondo lo odio.. Tú eres bastante mejor que él, entre otras cosas, porque, aunque te empeñes, NO eres, ni nunca serás un fraude… Moitos máis parabéns pola batalla persoal: campeona.

Administrar

Sara M. Bernard

Sara M. Bernard Todos le odiamos pero acabamos citando esa puñetera frase JAJAJAJA Paulooooo fora de aquí 😛