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Luigi “Lou” Bizzarro es un ex boxeador nacido en agosto de 1948 en Marcianise, una pequeña ciudad de la región italiana de la Campania, que entonces tenía apenas veinte mil habitantes. Eran años muy duros en Europa, más aún en los países derrotados en la Segunda Gran Guerra, así que el pequeño Luigi emigró con su familia a los Estados Unidos. En concreto, a Erie, una población industrial de Pensilvania a orillas del lago del mismo nombre. Allí se estrenó Bizzarro como boxeador profesional cuando tenía tan sólo 16 años (eran, insisto, otros tiempos). Lou ganó a los puntos aquella pelea. Su hoja de servicios (31 victorias, 9 de ellas por KO, por tan sólo 2 derrotas) hace intuir un triunfador. Pero en realidad es por uno de esos dos únicos combates que perdió por lo que ocupa un (discreto) lugar en la historia de este deporte.
Tras 22 triunfos consecutivos en una década de carrera, a Lou Bizzarro se le presentó con 27 años la oportunidad de su vida: el título mundial de los pesos ligeros, que ostentaba Roberto Durán, legendario boxeador panameño conocido popularmente como “Manos de Piedra” (ya se imaginan por qué). Durán viajó a Pensilvania para poner en juego su cinturón de campeón en casa de Bizzarro. Y aquel 23 de mayo de 1976, Erie se paralizó en apoyo de su hijo adoptivo, algo así como la versión real de Rocky Balboa (personaje que saltó a las pantallas aquel mismo año): escaso de técnica, todo pundonor. Lo que se suele denominar un fajador.
Y vaya si se fajó aquella noche el hasta entonces invicto aspirante. Cinco mil vecinos suyos que llenaban el County Field House asistieron a un brutal castigo por parte de “Manos de Piedra”, que se prolongó durante 14 interminables asaltos. Hasta que, sobre la campana que lo mandaba al rincón por última vez antes del envite decisivo, Lou, que ya había besado la lona varias veces a lo largo de la pelea, fue zarandeado por su oponente hasta caer como un muñeco de trapo. Tuvo que ser el árbitro quien decretase el KO técnico, porque, naturalmente, Luigi Bizzarro volvió a levantarse. A tiempo. Para seguir luchando. Hoy en día dirige un gimnasio que lleva su nombre en el que entrena a su nieto Anthony. En Erie, de donde nunca se han marchado los Bizzarro, dicen que va para figura.

En 1990, Andrés Calamaro (que con toda probabilidad vio aquel célebre combate por la televisión cuando era un adolescente) escribió esta canción en homenaje al “campeón sin corona”. No vio la luz hasta que en 1993 editó el primer volumen de sus Grabaciones Encontradas: “… Y América bizarra se divide en dos: el gran sector que ni se enteró y los interesados por el perdedor, que son dos… tal vez nosotros dos…”

Lou Bizarro Andrés Calamaro Grabaciones Encontradas
TEXTO POR EDUARDO HERRERO LAPIDO
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