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William-Adolphe Bouguereau (1825-1905) – CUPIDO (1891)

¿QUÉ SE ENTIENDE POR “BUENA PERSONA”?

Parece una pregunta absurda por lo obvio de su respuesta. Busco en google definiciones técnicas del asunto y me encuentro diversas opiniones:

1. “Una buena persona es alguien que muestra amor, alegría, paz, amabilidad, bondad, humildad, paciencia y además es capaz de resistir y permanecer leal frente a todo. Es también alguien que ejercita el autocontrol y que considera a los demás más importantes que a uno mismo.”

2. “Una buena persona se caracteriza por poseer empatía, paciencia, confianza, sentido del humor, optimismo, altruismo, humildad, generosidad, respeto y honradez.”

3. “Una buena persona es aquella que actúa con honradez, justa e íntegramente, sin engaños y mentiras. Tiene un sentido solidario y fraternal para estar unido y formar parte de la humanidad. Practica el respeto y la tolerancia. Respeta las creencias ajenas y es tolerante con lo que no le gusta de ellas. Sabe ponerse en el lugar de los demás, y es mínimamente tolerante con sus posibles malas acciones. Es modesta, humilde, y se muestra en un plano de igualdad de trato, sin tener en cuenta las diferentes posiciones sociales e intelectuales. Muestra gratitud y ecuanimidad, así como tendencia a la imparcialidad. Rehúye el egoísmo.”

Está claro que no es fácil de concretar, en pocas palabras, el significado de “buena persona”. Más complicado es meterse en disquisiciones que analicen los motivos o la finalidad –el fondo moral– de estas pautas de comportamiento. No hablaré de ello; me centraré, en primera instancia, solo en lo tangible.

La mayoría de la gente se considera “buena persona” sin saber muy bien lo que significa. Todos poseemos una capacidad natural para juzgar rectamente, con acierto (los antiguos filósofos griegos lo llamaban sindéresis), pero esto no basta ni es suficiente para hacer de ti una “buena persona”. En caso contrario solo serían “malas personas” aquellas que tuvieran un defecto natural. Por tanto, además de desarrollar este instinto, se debería saber cómo poner en práctica la actitud. Y esto no es nada sencillo.

Muchos podrán concluir que, al tratarse de una cuestión de fondo moral, “buena persona” bien pudiera ser algo subjetivo. Personalmente creo que no es así: hay un primer plano anterior a la moral, que son hechos perfectamente definidos y, por tanto, elogiables o censurables. El subjetivismo aplicado de forma sistemática, termina por derivar en solipsismo. Para evitarlo habrá que obtener una diagonal entre lo que opinamos de nosotros mismos y lo que los demás opinan de nosotros. Podemos tener muy buenas intenciones que, mal encaminadas, produzcan un efecto adverso al deseado.

Nadie tiene un carné de “buena persona”. No existe. Ser “buena persona” es algo que debe trabajarse día a día. Algo que nunca termina de perfeccionarse y que solo cultivándose e interactuando con los demás, uno puede intentar aproximarse a serlo. “Buena persona” es un horizonte hacia el que se camina; una ruta, pero nunca una cima.

En mi experiencia vital he llegado a comprender que ser “buena persona” puede llegar a ser un acto clandestino, por el peligro que entraña. Cuando te enfrentas a la crueldad del mundo real, hay que ser muy osado e inteligente para poder poner en práctica todos los factores que la definen, y evitar no caer en contradicciones o incoherencias que, al final, te puedan llevar a ser considerado todo lo contrario. El egoísmo y el miedo a ser excluido socialmente, son dos líneas que –como las vías de un tren– te podrán llevar a situaciones indeseadas, sin poder maniobrar para evitarlas. Enfilar el camino para ser “buena persona” está lleno de trampas y obstáculos.

Y ahora alguna cuestión de orden moral: ¿entra dentro de la definición de “buena persona” el tratar de hacer buenos a los demás? Creo que para alguien que trabaja en la dirección correcta, esta pregunta no tiene sentido. Tu conducta no puede variar en función de con quién te cruces. Si el desencuentro se produce al confrontar a alguien equivocado, y empeñado conscientemente en equivocarse, la única opción que te queda es retirarte y evitar el choque. Porque la realidad te mostrará que existe un grave conflicto al tratar de mantener esta actitud. Si la persona persiste en tratarte, las situaciones por las que pasarás revelarán obstáculos muy difíciles de superar; y aunque puedas con ellos, en la mayoría de los casos no servirá de nada. Porque nadie tiene la capacidad para hacer “buena persona” a otro. Solo uno mismo, cultivándose, puede lograrlo. Luego, relacionarte con personas que caminan en tu misma dirección, te ayudará a superarte o a hacer que el otro también se supere; pero el que no sabe y no quiere saber –porque cree que ya lo sabe todo– al cruzarse contigo, muy probablemente te hará pasar por las siguientes fases:

1. En primer término, lo habitual es que te tomen por imbécil, pánfilo o ingenuo. En resumen: un alma de cántaro o alguien que ha llevado una vida regalada; un ser que jamás ha sufrido injusticias o que nunca ha dado un palo al agua. En el fondo todos nos sentimos maltratados por la vida, pero eso no nos da la prerrogativa para llevar a cabo una mala conducta para con nadie.

Si quieres ser “buena persona” nunca deberías de tomar por imbécil a nadie, ni ser vengativo.

2. Si consigues superar la primera fase, logrando convencer al otro de que eres una persona con cierta inteligencia y aceptación social ganada a pulso, llegarás a la segunda.
Ahora, el prójimo recelará de ti, ya que al comprobar que no está ante un imbécil ni un inútil, pensará que tu actitud estará encaminada a tomarlo a él por tonto, y creerá que tus motivos tendrán fines egoístas que solo buscarán reírte o aprovecharte de él. Aquí la cosa se te pondrá muy cuesta arriba. Te estarás enfrentando a alguien que piensa: “Este tío es tan listo que sabe disfrazarse de “buena persona” para tomarme el pelo”.

Si quieres ser “buena persona” no deberías prejuzgar a nadie sin saber exactamente lo que quiere.

3. Si llegas a demostrar que nada de esto está en tu intención, entiéndase: que no pretendes nada más que crear un vínculo armónico que haga todo más fácil, llegarás al tercer obstáculo. En este el prójimo ya sabe que no eres tonto, ni inexperto, ni te quieres aprovechar de él; es decir, que efectivamente puedes ser una “buena persona”. Pero en la mayoría de casos, por lo general, el otro se sentirá agraviado. Tras haber dudado de ti y comprobado que estaba en un error, se sentirá inferior, y probablemente acomplejado. Como dije, la mayoría de la gente se considera “buena persona”, y el hecho de encontrarse con alguien que pueda ser mejor persona que él, le llevará a creerse que le estás dando a entender que es una “mala persona”, o que tal vez quieras instruirla, corregirla o peor aún… censurarla.

Si quieres ser “buena persona”, deberías ser humilde y reconocer que en ocasiones te puedes equivocar.

4. Si has conseguido llegar hasta aquí, el prójimo –completamente desbordado– se devanará los sesos por encontrarte algún defecto. Te acosará, te mentirá, se soliviantará, te insultará o dirá que lo estás insultando; pondrá a prueba tus nervios, tu aguante. Y si todo esto no funciona, recurrirá a la religión, a la política, a la clase social, al aspecto físico, a la sexualidad, al racismo, al tono de tu voz, a tu forma de vestir, a tu corte de pelo… en ese momento todo arde. Si no consigue que lo imites, se largará airado y ultrajado.

Si quieres ser “buena persona”, deberías buscar la empatía: no subrayar lo que te diferencia sino lo que tienes en común con los demás.

Puedes estar seguro de que si superas las cuatro fases anteriores, este tipo de personas siempre te evitarán, y podrás decir que has hecho todo lo humanamente posible por ayudarlas.

Conozco a muy poca gente que realmente tenga como primer objetivo vital ser “buena persona”, sin preocuparse de nada más allá que del hecho en sí.