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 Créanme que me están entrando ganas de escribir el título de esta entrada como los niños pequeños de mi época, es decir, con uve y sin hache, o como lo harán los adultos que estudien bajo la ley Wert (pronunciar como un balido de oveja, please). Lo digo porque los niños, esas inocentes criaturas, creen, desde sus bondadosos e ingenuos corazones, que diciendo tal cosa la prohibición nunca se llevará a la práctica. ¡Animaliños míos, qué equivocados están!

Me refiero por supuesto al nuevo regalo que nos tiene preparado el gobierno, una ley de  ciudadanía o de nosequé cojones de pato mediante la cual el guardia de la porra (que ahora dan solfa que te cagas a la mínima) puede multarte por flagrante delito sin leerte tus derechos (lógico, no los tienes) ni juicio previo ni hostias en vinagre y cuyo borrador se va filtrando insidiosamente día a día, como la tortura china de la gota, en las redes sociales por aquello de que nos tenemos que ir acostumbrando. Por ejemplo: el madero te puede empapelar por practicar deporte (no te dicen cuál) en una zona habilitada para ello (tampoco te lo dicen). Y la última perla del Caribe de la que me he enterado y que me ha helado en las venas mi sangre del grupo AB negativo (lo digo a ver si me espían, se creen que soy vasca y me destierran de una puta vez de esta mierda de país de pandereta) es que va a salir una ley que prohíbe ir chuzas por la calle. Como lo leen, oigan. ¿Decían que el franquismo ha vuelto? Nooooo, al lado de esto la dictadura de Franco era una democracia, por lo menos un honrado ciudadano podía tajarse a gusto e ir haciendo eses como si no le llegara la calle tranquilamente.
¿Pero a qué extremos vamos a llegar? ¿Cuánto va a aguantar la sufrida población (la que no los votó, los otros que se jodan) hasta explotar como un petardo de feria? Porque, señores míos, esto me temo que sólo es la punta del iceberg. Cuando salió elegido el de las barbas del profeta les juro por las suelas de mis Loboutin que jamás pensé que la cosa se desmadrara de semejante manera. Supuse que nos iban a apretar un poco las clavijas, sí. ¿Pero esto? Y como yo tengo mucha imaginación, se me ha dado por pensar en todo lo que pueden prohibir y multar a partir de ahora, verbigracia: tirar pedos, usar tanga, que las mujeres usen pantalones, que los hombres usen pantalones cortos (eso lo aplaudo), llevar barba, usar anticonceptivos, follar en otra posición que no sea el misionero, sacar a los discapacitados a la calle, que hace feo, no saberse el “cara al sol” ni la lista de los reyes godos, en fin… ¿quieren que siga?
Éramos la democracia más envidiada del planeta, ÉRAMOS, digo. Con lo que costó ganarse los derechos y libertades. Los que vivimos la época de la transición sufrimos el pasarse al otro lado y el desfase de “hago lo que me da la gana porque puedo”, años en que las calles eran ciudad sin ley llena de gentuza que te daba el palo, el tirón desde una moto y/o te tocaba las tetas sin venir a cuento y sin que nadie moviera un dedo. Lo sufríamos porque, en el fondo, sabíamos que con el tiempo las cosas se calmarían y esto dejaría de ser una inmensa pastelería rodeada de hambrientos y todo se relajaría cuando la gente se acostumbrase a la recién estrenada libertad. Y mientras esto empieza a tener espeluznantes concomitancias con el III Reich, un montón de tiñalpas, porque no tienen otro nombre, asesinos, violadores, terroristas y gente de la peor calaña condenada a chorrecientos mil años de cárcel sale por nosequé de la puta doctrina Parot, que no sé de qué va ni maldita si me importa, que para eso sí que hay que ser muy europeo, muy democrático y muy comprensivo. Insisto: Mi no comprender, y además no quiero comprender, que ya soy mayor y me he ganado el derecho a disfrutar de mis libertades. Y con la poca que me queda digo que al señor Rajoy y a toda su pandilla basura les pueden ir dando pomada por lo que a mí respecta.
Ah, por cierto. No tengo unos Loboutin, por supuesto. Con lo que me paga el gobierno de la piel de toro no me da ni para los de imitación de los chinos.
Ana Villarreal.
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