No fué fácil. El cura dudaba de que tuviese “uso de razón” pero me avaló mi profesor diciendo que era muy listo para mi edad y que sabía perfectamente lo que hacía. Con eso y con todo hubo que pedir dispensa papal y al final comulgamos los tres juntos, para alegría de mis padres, en la capilla de Maristas con la angustia nerviosa:
_ Que no toquen los dientes la sagrada forma, me advertían. Qué responsabilidad!
Recuerdo perfectamente un misal con las tapas de blanco nacarado con el borde de las hojas dorado, un rosario a juego y los recordatorios con la estampa religiosa y el nombre y la fecha por detrás. Yo preguntaba para qué era el misal y me decían que para seguir la misa, pero nunca encontraba lo que decía el cura y me entretenía con las cintas de colores o marcapáginas. Tampoco olvidé la agotadora sesión fotográfica en Foto Gago, de Fdez Latorre, pensando en el chocolate de después. Sé que me regalaron una libreta de ahorro con unas aportaciones de mi madrina y familia pero nunca la llegué a ver.
Mi madre dice que la hicimos juntos por mi insistencia pero yo creo que fué por ahorrar y sacarse a los tres de una tacada. El caso es que le cogí gusto a la oblea y después comulgaba tres o cuatro veces al día en distintas iglesias, así que mucho sentido no tenía. Por eso estaba deseando quitarme aquel ridículo traje con aquellos horribles y matadores zapatos blancos que luego se teñían para uso diario.
Y en la radio sonaba:
Nat King Cole: Perfidia