La vida siempre cobra su peaje,
por mucho que haya selva y no autopista,
que nunca nos concede sin renuncias,
que todo contrapesa y escatima.
Yo no le debo nada, más que el aire,
pues siempre fue ruin y fue mezquina.
Y no le pido nada, por no querer pagarle
con mi sangre, sus gotas de placer intempestivas.
Qué aprecio voy a darle, cuando me pide un precio
que no alcanzo a pagarle
condenando al amor a sufrir sin medida.
Francisco Corbeira, 2017