La imagen del artista que se arrastra por bares rebosante de alcohol y drogas, que vive resacas eternas, que no se entera de nada de lo práctico de la vida y que disfruta de golpes de inspiración genial que lo convierten en un ser de otra especie, es un estereotipo falso y absurdo.
El arte exige estudio, práctica, técnica, constancia, consciencia, empatía, trabajo en equipo, previsión, investigación, y una curiosidad infinita.
La imagen del bohemio desgraciado es una creación interesada de los que conocen la capacidad emancipadora del arte, y de los que, con fines publicitarios, han usado esa imagen para halagar al prejuicio interesado.