Formulario de acceso protexido por Login Lockdown

Tras una significativa reducción de los casos de malaria en los últimos tres años en Níger, la enfermedad ha resurgido de forma alarmante este verano, cuestionando los esfuerzos de prevención llevados a cabo desde 2012, fecha del último gran pico de la enfermedad.

En el distrito de Madaoua, en la región de Tahoua, los casos de malaria registrados por las autoridades durante la segunda semana de octubre aumentaron de 3.901 en 2015 a 6.695 en 2016.

Nuestros equipos han respondido una vez más a esta emergencia con centros de salud adicionales y contratando personal médico temporal en las regiones de Tahoua, Zinder, Maradi y Diffa. Cerca de 60.000 niños han recibido tratamiento. Este aumento de casos de malaria obliga a reflexionar sobre de las causas de su resurgimiento y sobre las medidas que conviene adoptar para luchar contra la enfermedad.

“El número de ingresos este año ha sido excepcional, incluso en comparación con 2012”, afirma Hamsatou Seydou Abdou, nuestra enfermera en el centro de nutrición terapéutica intensiva (CNI) del hospital de Madaoua. Al pico de transmisión de malaria, durante la época de lluvias, coincide además cada año con un aumento de los casos de desnutrición aguda severa durante el período de escasez de alimentos entre cosechas.

“Recuerdo que en el peor momento de pico, teníamos a un máximo de 250 niños hospitalizados. Este año, en cambio, hemos contado hasta 400 camas. Tenemos que estar siempre alerta, como centinelas”, advierte.

Más prevención y atención de calidad

Tras el gran pico de 2012, las autoridades sanitarias con nuestro apoyo adoptaron varias medidas, como por ejemplo la distribución de mosquiteras impregnadas con insecticida, la puesta en marcha de un programa de quimioprevención y la vigilancia epidemiológica de casos. Gracias a ello, en 2014 el número de personas que padecían malaria había disminuido en más del 70%.  Sin embargo, los casos reaparecieron poco a poco hasta duplicarse en 2016 con respecto al mismo periodo del año anterior.

“La disminución de la mortalidad en el CNI, que ha pasado del 16% en 2012 al 6,1% en 2016, indica un progreso que se puede atribuir a la campaña de prevención pero también a una constante mejora de la calidad de la atención prestada”, asegura la doctora Carol, nuestra coordinadora médica en Níger.

“Está claro que los esfuerzos de prevención deben continuar, pese a que hoy en día sea difícil explicar las razones específicas que propician este aumento. Lo único que podemos hacer es formular hipótesis y proponer planes de acción en consecuencia.”

La quimioprevención de la malaria estacional consiste en administrar tratamiento antimalárico a niños de 3 meses a 5 años de edad durante los cuatro meses del pico, cuando más alta es la incidencia de la enfermedad. En los departamentos de Magaria y Dungass, 109.390 niños se han beneficiado de este programa, lo que constituye el 93,4% de la población de esta franja de edad de las zonas donde se ha llevado a cabo.

¿Resistencia al tratamiento?

Sin embargo, este año, problemas de organización y falta de medios han afectado a la eficacia de la campaña de prevención. Por ejemplo, en algunos centros de salud, entre los meses de junio y agosto, es decir, en pleno pico de la malaria, han escaseado las pruebas de diagnóstico rápido de la enfermedad.

La administración correcta del tratamiento es también un factor clave para el éxito. Epicentre, nuestro centro de investigación epidemiológica, ha realizado este año un estudio en seis centros del departamento de Magaria, en la región de Zinder, para evaluar la eficacia protectora de la campaña de quimioprevención estacional implementada en terreno.

“Puede que se haya producido una cierta relajación después de los primeros éxitos de las campañas de prevención, pero son muchos los factores que pueden causar un aumento inesperado de la transmisión”, comenta Carol. “También estamos analizando el impacto de las lluvias, que además de llegar antes de lo habitual este año, han sido muy abundantes, lo cual ha propiciado la propagación de la malaria. Tampoco podemos descartar que se haya desarrollado una resistencia al tratamiento farmacológico utilizado para la quimioprevención. MSF y Epicentre estamos realizando varios estudios sobre este tema”.

Más al sur, en la región de Maradi, nuestros equipos confirman una afluencia de pacientes procedentes de Nigeria: “En septiembre, hasta el 52% de nuestros pacientes provenían de Nigeria”, explica Felix Kouassi, nuestro coordinador general en Níger. “La gente cruza la frontera para venir a los centros donde trabajamos y donde el acceso a una atención gratuitaes más fácil. Pero esto plantea un problema grave para la eficacia de nuestra prevención, que llega tan solo al 50% de la población objetivo. Esta situación nos lleva a plantearnos la necesidad de desarrollar las actividades de prevención contra la malaria más allá de la frontera con Níger”.

Fati, 18 meses, con su abuela paterna, Abu, en el hospital de Madarounfa, en el sur de Níger,  al que han llegado desde Madani (Nigeria)

La pequeña llevaba una semana mal; tenía fiebre y, de repente, la noche del sábado, comenzó a sufrir convulsiones.

Era la primera vez que se ponía enferma: era una niña llena de energía, llena de vida, y ahora mírenla… casi no se mueve. Al principio fuimos al centro de salud de Gibia. La consulta nos costó 1.000 francos, además de los 700 francos del viaje. Pero no fue del todo bien, y seguía empeorando.

Así que vine a Níger. Mi nuera está embarazada de 9 meses y no podía desplazarse. Y mi hijo se fue a Lagos para ganar algo de dinero. Así que me monté en la moto con mi otro hijo y con la pequeña Fati en brazos y nos fuimos al centro de Inalua, justo al otro lado de la frontera. A la mañana siguiente, MSF nos llevó en coche al centro de nutrición ambulatorio de Dan Issa y luego al hospital de Madarounfa. Durante los 4 días que llevamos aquí la pequeña Fati ha estado recibiendo cuidados intensivos.

Conocemos muy bien el centro de salud de Inalua. Vamos bastante a las consultas, tardamos 15 minutos en moto. Vivimos cerca de la frontera y la atención sanitaria en Níger es mejor y además es gratuita. Y no soy la única de fuera: la mayoría de la gente del pueblo viene a Níger para recibir tratamiento.