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Mordem

Hace tiempo que ​tengo esta conversación con mi círculo de amistades y compañeros y qué bien leer cosas como las del post de Instagram de hoy de Lykke Li. Hace unos días dijo que dejaba la música y obviamente su público se echo las manos a la cabeza, y otros pensarían que ha fracasado en su carrera y ese tipo de cosas absurdas que solemos hacer la humanidad cuando estamos más pendientes del otro que de nosotros.​ Qué valiente no solo echar el freno sino también contarlo. Ella no deja la música, la música nunca se deja, simplemente se vive de otra manera. Podemos dejar de componer o tocar, en escenarios o en casa, podemos tener más temporadas de escuchar música y otras menos, pero los apasionados de la música no podemos dejarla. Sí se puede dejar aquello que no nos hace disfrutar de ella, en este caso, para una persona sensible a ciertos ritmos o prácticas o mundillos, la industria musical a nivel comercial puede llegar a ser un infierno. Y es algo que no solemos leer muy a menudo, pero son cosas que ya se pueden experimentar incluso en escenas de perfil más bajo. Ella vivía a merced de la agresividad de los streams, la economía y la demanda, los followers y los likes, el sold out, la festivalitis, el photocall, en definitiva: El Tinglao (eso en California, solo es echarle imaginación). No es la primera ni la última que nota que todo eso desvirtúa su idea como músico y que se pierde a sí misma por el camino. Es bonito verse a uno mismo perderse en todo eso y localizar la fisura. Es una forma de éxito escucharse y tomar las riendas, a fin de cuentas, no somos solo una cosa en la vida, no debería de depender nuestra vida de solo una cosa, y a veces nos damos cuenta de eso en medio de otros procesos aparentemente opuestos, pero pensamos ‘uf, ahora que llegué hasta aquí..​.​’ Muchos logran gestionar todo el sarao maravillosamente (desde aquí mi admiración o no, depende), y muchísimos otros están en la misma tratando de figurar en el ‘bisnes’ en medio de una frustración que a algunos les lleva por desvíos indeseados. Pero claro, se supone que es así y es así, y siempre se hizo así. Dejemos de darnos tanta importancia, queridos.

Detrás de un escenario, una película, o cualquier profesión con cierta exposición, hay vidas como las de todos​​, muchos con dos o tres trabajos, con enfermedades, con problemas​ varios​, con nuestras cosas​, vaya​. Muchos sufren por llegar a algo que en realidad, al final, brilla muy poco, pero nadie lo dice. Nos autoengañamos, y es bueno decirlo y que nos lo digan más. Nos estamos haciendo daño viviendo en la expectativa de los demás, y esto vale para cualquier profesión o situación en la vida. Cuidémonos de vivir y aprender de lo que vivimos, porque a veces estamos tan pendientes de las reglas establecidas que nos olvidamos que las reglas las ponemos cada uno de nosotros, porque cada uno lo vive de manera distinta. No olvidemos que lo que soñamos con 15 años puede que ahora al saborearlo no lo queramos, no olvidemos que podemos​ cambiar las cosas​ y debemos cambiar de opinión si nos lo pide el cuerpo, no somos tan imprescindibles,​ no nos flipemos,​ de hecho es mejor que pare porque soy de las que piensa que sobramos bastante. : ) En fin. Si Lykke Li no vuelve a sacar un disco nunca más, ni quiere decir que haya dejado la música, ni quiere decir que haya fracasado, ni le quita méritos a todo lo que hizo o esté haciendo. Es bonito que su hijo crezca al lado de alguien que decidió renunciar a lo que otros tanto desean llegar, al lado de alguien responsable con sus sentimientos y convicciones. A veces volver hacia atrás es caminar hacia adelante. Quién sabe, a lo mejor puedo verla un día en una pequeña sala donde un puñado de personas estaremos cantando sus canciones entre silencios y aplausos. Hay que seguir soñando bajo. : )

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