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 pepa2PEPA DÍAZ.

Fotos y texto de Pepa Díaz

Último Mundial de fútbol 2010, final España-Holanda:la roja se proclama campeona del mundo. Gana el talento, el compañerismo y el juego limpio. Y Sudáfrica se estrena de anfitriona internacional del deporte rey, la cuna deportiva vuelve a mirar al continente olvidado. La sonrisa, que no consiguieron arrebatar tras 27 años de cautiverio, de Nelson Mandela preside el acontecimiento… Podría ser un guión de Ken Loach; sin embargo es real… El sueño de África de poder ser digna para el deporte olímpico mundial ya está ahí.

Nadie se ha parado a pensar que la final de este Mundial la jugaron los dos países más evolucionados del mundo y no sólo en fútbol, sino también en derechos, ¡qué pena lo de las monarquías, eso sí que fue un penalti histórico!

En Holanda hay goles que ya se han marcado hace tiempo: la droga es legal y a los yonkis se les suministra metadona gratuitamente; se educa a los jóvenes y adolescentes desde la infancia para prevenir las adicciones. Gran parte de la población se mueve en bicicleta, es un país puntero en desarrollo, aunque quede mucho por hacer.

Si se mira al resto del planeta son lugares privilegiados en leyes y en reparto de libertades. En España el último gol por la escuadra es que el juez Pedraz ha puesto en busca y captura a los tres militares norteamericanos que asesinaron a Jose Couso, cámara de televisión que cubría la guerra de Irak, entrarán en prisión por encima del Gobierno USA. Son unos homicidas y la ley traspasará las fronteras y se impondrá sobre el laisser faire le laisser passer, (dejar hacer, dejar pasar), característico de la ideología liberal capitalista vigente desde la revolución francesa.

Otro pelotazo desde el corner ha sido prohibir los toros en Cataluña. El gol de penalti se metió con las parejas del mismo sexo que ya pueden casarse, como las demás. Casarse no es contracultura, pero cambia la mentalidad de los matrimonios hetero, porque son iguales, al menos ante la ley. Esto es evolución, cierto; pero el que sabe cómo va la cosa, sabe también que hay mucho que avanzar.

En ninguno de estos dos países ocurriría una tragedia como la de Alemania con la Loveparade 2010, más de 20 muertos y cientos de heridos, que sólo acudían a una fiesta por la igualdad. ¿Qué pasa con los alemanes? Si hubiera sucedido en estos dos países, los máximos mandatarios suspenderían inmediatemente sus vacaciones y hubieran lamentando ipso facto lo sucedido; cosa que en este caso ocurrió cinco días después, para asistir al funeral y pegarse un baño de masas. Y esto, desde un Gobierno, el de Ángela Merkel, que sólo está ocupado en mantener el cuadrante entre sus gastos e ingresos, que no mide, ni le importan las personas, y menos si son jóvenes y comprometidos. Eso sí, muy importante es la tesis doctoral del Ministro de Exteriores alemán, tanto, que, por copiar, han forzado su dimisión.

Pero esto no va a minar las ideas de una nueva generación mundial de jóvenes formados y despiertos, educados en libertad, intercomunicados y partidarios de una sociedad más justa y solidaria; hijos de transiciones pacíficas, de una legalidad con tendencias igualitarias y sobre todo democrática. Generosidad, igualdad, inquietud, compromiso con el medio ambiente y trabajo en equipo: así se construye el triunfo y se dan los pasos adecuados hacia el progreso.

Son los hijos de la contracultura y van a cambiar la visión del mundo. Ya lo están haciendo contra las dictaduras de momias que se perpetúan en el poder, porque una vez fueron designados a dedo por la inteligencia americana, ya en los finales de la guerra fría, y perpetuados por Gobiernos extranjeros, como si fueran parte de un souvenir de aquel país. Miramos a Egipto, Túnez, Marruecos, Libia, Yemen… y los que quedan por despertar.

Un fastasma recorre el mundo, el mismo que recorría Europa cuando Karl Marx usó esta frase, el fantasma del pueblo que pide el fin de las tiranías, una sanidad, educación, luz, agua, comida, jornada laboral y sobre todo dignidad.

La contracultura es preguntar respuestas y cuestionar preguntas. No es necesario nutrirse de debates de opinión, para saber lo que uno piensa sobre algo que está pasando en el mundo. Podemos buscar toda la información en Internet… y sí, hay un antes y un después del Google en el planeta.

En los años 70 se consolida un movimiento de cambio universal en el que se empiezan a poner en práctica las ideas del mayo del 68, las palabras que protagonizaron la Revolución francesa libertad, igualdad y fraternidad se transforman en la imaginación al poder, y acaban convirtiéndose en sexo, drogas y rock&roll, fruto de todo esto nace la nueva contracultura.

Cuestiones como ¿dónde estaban las armas de destrucción masiva anunciadas por Bush? ¿Cuántos muertos inocentes generan esa y todas guerras? Basta de daños colaterales: eso es contracultura.
Niños mujeres, gente inocente, meses después de Afganistán, Túnez, Marruecos, Egipto, Libia, Palestina. O el famoso “¿Dónde está Wally Bin Laden?”, que ahora recuerda el asediado Muamar el Gadafi. En un par de años se olvida ¿quién paga por esos muertos?

Gracias a la información contracultural se crean una serie de movimientos contrarios a la injusticia llamados antisistema, que entonces acabaron convirtiéndose en la alternativa del Gobierno en USA. Movimientos que se levantan en el planeta mirando a un mundo sin barreras, que está cada vez más cerca. Ante el Gobierno de la mentira el pueblo reacciona, y la ciencia también. La guerra en el siglo XXI supone un frente común del movimiento contracultural, que ya está sucediendo. A estas alturas cualquiera defiende la paz. ¿Quién le iba a decir a Ghandi que la no violencia se iba a convertir en una fórmula política internacional?

¿Quién cree que la homosexualidad es un error genético? ¿Qué hacen los gobiernos con las armas nucleares?¿Por qué se suceden todos estos fenómenos naturales que causan tantos muertos y miserias?¿Qué respuestas se están dando a Nicaragua, Haití, Tailandia,el Sahara Occidental, Palestina y otros tantos…?¿En cuántos países las mujeres y los homosexuales tienen menguados sus derechos?¿Quién se acuerda de Etiopía, Líbano, Somalia o Irak?¿Por qué sigue habiendo explotación infantil? ¿Qué ocurre con el maltrato doméstico?¿Qué causas mueven a los piratas africanos?… Y la más importante ¿En base a qué intereses se organiza el planeta?

El sistema económico y publicitario se encargan de despistar a los jóvenes, y no tan jóvenes, de sus verdaderos intereses, sino por qué hay tanta obesidad infantil, tanta anorexia, bulimia … Y bucean, sin embargo cómodamente en la gran mentira del lamento, que es vestirse de grunch, emo, heavies pokeros, lolitas, punkies… Llenarse de tatoos y piercings no es contracultura, sino puro marketing y movimientos sin contenido ideológico y con mucho contenido comercial.

La identidad es lo único que no se compra, ya lo explica Baudrillard en “La posmodernidad explicada a los niños”; los niños de Baudrillard no existen en el mercado, porque son los únicos que han conseguido librarse de la dictadura posmoderna: frikis quizá de humanidad defectuosa; cargada de datos reales. No esos frikis estéticos, que se han convertido en modelos de Star Wars, nada que ver con los yankies, que acaban de aprobar la mínima cobertura sanitaria y sólo a los más necesitados.. y la pregunta es: ¿hacia dónde miramos para querer tener esa idea del progreso? Desde luego a la propiedad privada no. La vida, la salud, la educación y poder intercomunicarse no pueden ser un negocio.

El cambio real no tiene nada que ver con la estética punk, ni con la de Wharhol, ni con el Pop Art y menos con teñirse el pelo de colores o llevar cagados. Tampoco con pertenecer a una mercatribu-urbana de moda o de turno alguna. La contracultura, realmente, cambia el mundo.

Para llegar a la contracultura hay que tenerla en cuenta, porque lo que supone, en realidad, es pensar de forma autónoma y no conformarse con lo que te cuentan. Con más motivo si hay algo, por pequeño que sea, que no te cuadra. El movimiento contracultural necesita disponer la atención en lo que interesa, sin romanticismo alguno, símplemente por pura supervivencia.

Foto portada: Marta Capote Yeregui.