LONDON CALLING II: UN DÍA EN LA CITY
La sombra del London Eye es alargada. Todas las fotos son propiedad de Fata Morgana. |
Uno de los grandes atractivos de Londres es el Támesis, a pesar de que está lleno de mierda. Al igual que en París, las opciones para recorrerlo son numerosas: barco tipo batobús con paradas, crucero con comida/cena, etc. Hace veinte años el costillo y yo decidimos hacernos un ida y vuelta hasta la vecina Greenwich, donde está el meridiano cero. Esta vez la elección fue hasta la Torre de Londres y sólo ida.
Los embarcaderos reciben el nombre de Piers, y fue en el Pier of Westminster donde cogimos el City Cruises. Los tickets pueden comprarse por anticipado y así no hay que guardar cola. No recuerdo bien cúanto nos costó el barco, creo que unas nueve pounds por barba.
Bien, el recorrido de media hora hasta la Torre deja en evidencia lo disarmónico que es el riverline de la capital inglesa, suponemos que fruto de la destrucción que sufrió durante los bombardeos de la II Guerra Mundial. Edificios que se matan unos al lado de los otros, sin el menor patrón común. El contraste es todavía más evidente al llegar a la City y ver la catedral de San Pablo intentando emerger a duras penas entre los modernos rascacielos de las oficinas.
Un cigar mientras espero el barco |
Bueno ¿por qué la City? La City of London (en oposición a la City of Westminster, que es el resto de la ciudad) tiene independencia administrativa desde el año 866 o por ahí. Un pavoroso incendio la destruyó en 1666 (¿sería cosa del demonio? demasiados seises ahí) y hay un monumento que lo recuerda y que no he visitado nunca en las tres veces que he estado aquí. Originales ellos, se llama The Monument.
Pero para monumento, la Torre de Londres, que data del siglo XI y es tristemente célebre por ser el lugar donde los mandamases hacían gala de esa mala costumbre de separar la cabeza del cuerpo de sus semejantes. Entre los ilustres ejecutados en la Torre figuran Ana Bolena, Tomás Moro y Cromwell, y así hasta 112. Además, alberga las joyas de la corona, ese colchoncito que tiene la prima Lilibeth para cuando vengan mal dadas. Entre ellas, el célebre diamante Ko-hi-noor o como carallo se escriba, que no tengo ganas de ir a la wiki a mirarlo, pedrusco que en poco difiere de los cantos rodaos de la playa de mi pueblo.
Todo esto lo sé no por haber entrado esta vez. Visité la torre con mis viejos en 1977 un día de diciembre frío y gris y créanme que la estampa daba así como miedito. La llaman torre, pero realmente es un pedazo de castillo con un montón de edificios que forman un complejo enorme.
Las doce ya y la chalupa no da señales de vida… |
Ya llegó el barquichuelo |
Bastante más amable es la estampa que ofrece el Tower Bridge (erróneamente llamado el “Puente de Londres”). Es el que cruza una exultante Bridget Jones para ir a currar tras haber pasado la noche con su jefe. Fue construido en 1894 y era levadizo. Digo era porque pasamos allí un buen rato y no levantó las barreras en ningún momento, así que supongo que ya no se usa.
Era un reloj de sol bien encarado |
Aparte de ver estas dos cosillas, nuestra visita a la zona tenía como objetivo echar un vistazo al agradabilísimo entorno donde está situada la Dickens Inn, en el muelle de Santa Katherine. Es un muelle de barcos de recreo y una especie de área de descanso entre todo el ajetreo de la zona. Se imponía una pinta allí, evidentemente.
Tras el refrigerio, decidimos ir paseando hasta el puente de Norman Foster, cruzar a la otra orilla y comer por allí, y visitar la catedral de San Pablo por la tarde. Encontramos un italiano bastante apañao que se ajustaba perfectamente a nuestra urgente necesidad de glucógeno, agravada por la caminata de veinte minutos.
Cruzando el puente |
San Pablo, al fondo |
Rodando un spot, creo que era de Samsung |
Un músico callejero con demasiadas guitarras para él solo, en mi opinión. ¡Compartir es amar, querido! |
La catedral de San Pablo es la iglesia más antigua de Inglaterra. Dirán ustedes que tararí que te vi tras ver la foto, pero es que claro, ésta no es la original. Ya en época de la dominación romana fue un templo dedicado a nosequé dios de los suyos. La iglesia original data del año 604 y fue sometida a diversas remodelaciones, la última en 1676 tras el pavoroso incendio al que aludí antes.
El principal problema, en mi opinión, es su emplazamiento o, más bien, el emplazamiento de lo que está a su alrededor. Una catedral tan grande merecía una buena plaza, con perspectiva. Rodeada de edificios parece un monstruo, casi no cabe en la cámara. Y me pareció mucho menos fea que la última vez que la visité. Por cierto, se puede subir a la cúpula, que es la segunda más grande del mundo, después de la de San Pedro del Vaticano. Si se animan a subir los quinientos y pico escalones… a nosotros no nos apetecía, la verdad. Y, al igual que en la Abadía, hay unos cuantos famosetes enterrados.
Y con esto y un bizcocho nos dieron casi las five o´clock y salimos pitando a coger el metro antes de que nos pillara el off-peak en dirección al hotel, para descansar un rato en nuestra habitación de la planta de Ana Bolena sin perder la cabeza. Y es que de noche nos esperaba la visita a Covent Garden.
Como supongo que ya sabrán, Covent Garden es un antiguo mercado de la parte este de la ciudad. Hoy en día la estructura alberga tiendas de lujo, pubs y cervecerías varias y tiene muchísimo ambiente. Nos acercamos a ver cómo estaba la cosa para tomar una pinta en un sitio que nos había aconsejado nuestro amigo Tony: el Punch & Judy, una agradable cervecería en el primer piso con una terraza muy grande donde se podía fumar y lleno de gente guapa (léase pijos). Tomamos la pinta y después nos dirigimos a la zona de Charing Cross para cenar en el Sherlock Holmes pub. Me pedí un fish&chips que me supo a gloria.
Elemental, querido Watson |
Y con esto y un par de gin-tonics bastante mal preparados, terminó nuestro segundo día en la capital del Támesis. No se pierdan la siguiente entrega: les contaré cosillas sobre gin-tonics y sobre cómo acabamos hablando gallego en Portobello road.