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LONDON CALLING I: CINCO DÍAS PATEANDO LONDRES

Small Morgana in the Big Ben
Todas las fotos son propiedad de Fata Morgana
Pues sí, ustedes dirán que voy al revés, que el año de ir a Londres era el pasado, con las olimpiadas y toda la pesca, pero como yo soy anti “a dónde vas Vicente” y el año anterior queríamos ir a París, decidimos liarnos la manta a la cabeza e ir a pasar unos días a la capital del Támesis con la sana intención de callejear, ir de pubs, ver mucha música en directo y no pisar un solo museo. No por ignorancia, sino porque ya era nuestra tercera visita a la ciudad y los museos estaban todos vistos. Y ya puestos a cansarnos, mejor hacerlo por la calle, sobre todo teniendo en cuenta que nos tocó un tiempo buenísimo.
Aterrizamos en el aeropuerto de Stansted (del fantástico vuelo con Ryanair prefiero no hablar) el lunes 19 de agosto a las 23.30 hora local, tras un vuelo de dos horas vía Oporto. Una maldita hora perdida de nuestra vida para pasar el puñetero control de pasaportes, ni que esto fueran los Iuesei, oiga. Nos instalamos en el autobús y hora y media después estábamos en el hotel, el Enrique VIII, en la zona de Bayswater. Como todos los alojamientos londinenses, limpio y correcto, pero la habitación era francamente enana. Eso sí, tenía una pequeña piscina climatizada en el sótano que no llegué a pisar, wifi gratis y todo el personal era español. Nos tocó en suerte estar en la planta Ana Bolena. Mal rollito, como para perder la cabeza, vaya… Nos fuimos a dormir, en preparación para el tute que comenzaba al día siguiente.
Como el plan era empezar viendo lo que no habíamos visitado la vez anterior antes de quemarnos a dolor, al día siguiente nada más desayunar nos dirigimos al London eye para regalarnos unas vistas panorámicas, así que tocaba moverse por el distrito Westminster-Whitehall. Horrorizados íbamos desde España pensando en los precios del metro, que cuesta la friolera de 4,5 libras por viaje (una libra es más o menos 1,20 euros y les recuerdo que el metro de París cuesta 1,60). Nos cogimos un one day ticket por 7,30 y vía. Si vais una semana os compensa coger la tarjeta Oyster o el seven days ticket. Ojo, el one day ticket es off-peak, es decir, no se puede usar en hora punta, antes de las 9.30 de la mañana y entre las 17.00 y las 19.00. El metro de Londres cierra pronto, sobre las doce y media de la noche están casi todas las estaciones chapadas, por lo que se impone ir en autobús (funcionan toda la noche), que cuesta 2,40 pounds. La Oyster sirve también para el invento rojo, la one day ticket no.
El London eye es una noria gigantesca situada junto al Parlamento y el Big-Ben. Consta de 32 cabinas de 25 personas, va lentísimo y no da el menor vértigo, palabritadelniñojesús. El viaje dura media hora y la cola, unos 45 minutos. Junto a ella hay un complejo quita-pelas que te permite coger entradas para el museo de cera, tickets de barco y no sé cuántas cosas más, no me fijé demasiado porque no me interesaba.
Aaay, mama, qué alto está eso, ¿145 metros, dijiste?
momento bisectriz
Watching the wheel
Toma huevo Kinder
¿Merece la pena ir? En mi opinión, que me gusta ver las cosas desde las alturas, sí. No es barato: 20 pounds el viaje, pero esa va a ser la tónica general en Londres, está todo carísimo. Éste sólo fue el primer clavazo del día. Juzguen ustedes mismos las vistas:
Una vez abandonado el ingenio, y puesto que sólo era la una y poco (hora de comer para ellos, caña y tapa para nosotros) decidimos acercarnos hasta la Abadía de Westminster, segunda visita obligada, ya que en el viaje anterior no habíamos entrado. Yo la había visitado con mis padres hacía muchisísimos años y ya no me acordaba de nada. Mi costillo ansiaba ver la tumba de Newton y yo no tenía problema en echar una visual. Las entradas costaban la friolera de dieciocho libras. Que te quedabas muerto, vamos, nunca mejor dicho. Y aún encima, nada de fotos en el interior.
 Tenía yo el errado recuerdo de que las tumbas de los famosillos de entonces (reyes y personalidades varias) estaban en una cripta abajo, pero no, realmente ocupan toda la planta de la edificación. Si lo que realmente les interesa ver es la tumba de Newton, no tendrán que pagar por hacerlo, puesto que en la entrada principal, junto a la lápida de los caídos (la reconocerán por el cerco de amapolas que la rodea) el acceso es gratuito y la tumba del eminente físico está a unos veinte metros. Eso sí, no podrán verla con detalle ni, mucho menos, leer el epitafio, cosa que tampoco importa si no saben latín. Además, circula traducido por la red.
 Como yo sí soy algo ducha en dicha lengua muerta (mejor me iría si lo fuera en vivas, créanme) me entretuve durante diez minutos largos en hacer una paráfrasis del texto para deleite de mi marido. Continuamos avanzando entre las ilustres tumbas hasta llegar a las de las reinas. Estos ingleses son realmente paveros: las reinas Isabel I y María Tudor, hermanastras por parte de padre y enemigas irreconciliables, protestante una y católica la otra, están enterradas juntas bajo la inscripción aquella de “Compañeras en el trono y en la tumba…” dudo que descansen en paz, aunque teniendo en cuenta que no sé cuál de las dos fue más hija de puta, tampoco se lo deseo. Para más recochineo, la tumba de María Estuardo, recluida durante veinte años por Isabel I y mandada ejecutar, está a sólo nueve metros de la de su enemiga. Me impresionó el túmulo de la reina de Escocia, la verdad, y la serena expresión de su rostro. Su ejecución fue una verdadera chapuza.  Pero para impresiones, las sufridas al llegar a la zona de las artes, no pude evitar emocionarme ante la del gran William Shakespeare.

Decidimos que ya estaba bien de ver muertos y que era hora de celebrar la vida como sólo los ingleses saben hacerlo, así que nos fuimos al pub a tomar unas pintas y a comer. Como teníamos el Red Lion a tiro de piedra, allá nos dirigimos a ver si veíamos algún Tory, pues está cerca del Parlamento. No hubo suerte.

two paints
Buenaaaas, ¿qué hay para comerrr?
Bueno, creo que ha llegado el momento de hablar del papeo. Ya sabemos que Inglaterra tiene fama de dar de comer fatal, pero yo creo que todo depende del color del cristal con que se mira o, lo que es lo mismo, de la gusa que se tenga. Hambre no vas a pasar, siempre hay italianos y McDonald´s. A mí no me disgusta especialmente la comida inglesa, malo será que no haya algo en el menú que te guste. Nosotros nos decantamos en esta ocasión por unas jacked potato, que no son más que patatas asadas con la piel con una cuña en medio donde va el relleno, en mi caso, de bacon y queso.
Recuerden: en los pubs se pide todo en la barra y la comida te la llevan a la mesa, pero la bebida la tienes que llevar tú mismo. Como ven, los precios no son para echar cohetes precisamente. Beber también es caro. Medio litro de cerveza, unas cinco pounds.
Nos pareció una buena idea dar un paseo para hacer la digestión y nada mejor que cruzar St. James Park para hacerle una visitilla a la prima Lilibeth en su palacio.
La chocilla de la prima Lilibeth o, lo que es lo mismo, el Palacio de Buckingham
La reina de St. James park
No, la doña no se encuentra en este momento
Por supuesto, ya sabíamos que la prima Lilibeth no iba a invitarnos a tomar el té porque está en Balmoral. El Palacio de Buckingham debe su nombre al duque que ordenó su construcción, allá por 1703, es residencia oficial de la familia real desde 1837 y no hay que fijarse mucho para adivinar por su maciza estructura que es de estilo neoclásico. Bajo mi punto de vista no es gran cosa, la verdad. Realmente la arquitectura palaciega de Londres no se puede decir que sea espectacular ni muchísimo menos, sobre todo si la comparamos con la de otras ciudades. Otra cosa son sus parques y jardines, de los que soy gran admiradora. ¿Quieren creer que en los días que estuvimos allí no vimos ni una sola caca de perro? Pontevedreses, a ver si aprendéis.
Entrando en Hyde Park
Y así, como los parques son tan amplios, tan limpios, tan verdes, taaaaaannnnn… decidimos pasar de metro y volver al hotel atravesando Green Park, Hyde Park y Kensington Gardens, un paseíllo de unos cinco kilómetros ná más.
 En algunos de estos parques se pueden alquilar bicicletas para dar un relajante paseo, pero si lo que quieren es ver las cosas con detenimiento, mejor tirar de suela de zapato.
En el Serpentine
Por fin llegamos al hotel para descansar un poco y darnos una ducha. Porque hizo calor, aunque parezca mentira. Resulta que Londres SÍ tiene verano, de hecho la temperatura es muy parecida a la de Galicia.
El plan para la noche era claro y rotundo: cenar en el Hard Rock Cafe sí o sí. Ya saben ustedes que menda lerenda colecciona camisetas de tan exclusivo lugar y tenía que ir a hacerme con uno o dos ejemplares londinenses. En París la experiencia había sido penosa, porque la hamburguesa no me había gustado nada, y eso que siempre las he devorado con placer en todos los locales donde he estado.
Londres no defraudó. Tras tres cuartos de hora de espera nos dieron mesa y creo que tomé la mejor hamburguesa de mi vida. Han cambiado un poco el menú y ya no las hacen con pepinillos y ensalada. La mía traía champiñones, calabacines y pimientos. Y la carne estaba deliciosa, tal y como la recordaba. Está claro que lo de París fue un desagradable paréntesis. En cuanto a la música, éste de Londres es con mucho el mejor local en el que he estado: todo rock clásico anglosajón, ni Beyoncés ni mierdas. Como contrapartida, barato pues ya saben que no es, pero una vez al año no hace daño. Para estimular un poco su competitividad, fui vestida adecuadamente.
HRC París en HRC Londres: historia de dos ciudades
Y llegó el momento de abordar la vida nocturna londinense. Llevábamos varias direcciones sugeridas por nuestro buen amigo Jose, un enamorado de los bares de rock, como nosotros. Hay varias zonas de movida: El Soho, Covent Garden, Camdem Town… Nosotros nos movimos prácticamente por el Soho, que a su vez se puede subdividir en varias zonas. La más rockanrolera está hacia Charing Cross y se encuentra muy bien bajándose en la parada de metro de Tottenham Court Road. Nosotros esa noche hicimos una mala elección y acabamos en una zona bastante hortera llena de locales de strip-tease y karaokes, así que tomamos un par de cacharros y nos volvimos al hotel, que estábamos cansados de tanto pateo.
En la próxima entrega les contaré lo bien que lo pasamos en La City. Coming soon…