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shojosdebella.blogspot.com
Lo pronostiqué. Sabía que la maldita trilogía traería cola. No en vano creo que es la tercera o cuarta vez que la cito en este blog. Lo de la cola es normal, teniendo en cuenta la promoción que le han hecho al engendro y el tema que aborda. Pero créanme, por mucho que ustedes se rían con mis gansadas cuando hago reseñas literarias, el tema que trae a colación otra vez al millonario dominante hasta mi humilde rincón no tiene nada de gracioso. Nada.
El asunto es que en menos de dos meses ya hemos pillado a tres alumnas de menos de diecisiete años leyendo el dichoso libro. Pillar no es la palabra, lo estaban leyendo en una hora de clase dedicada a eso, a la lectura, en la que pueden llevar el libro que quieran. Soslayando el tema de padres que parecen no preocuparse de lo que leen sus hijos, y que las chicas lo estaban leyendo con toda naturalidad, lo que me puso los pelos de punta fueron los numerosos elogios que las lectoras hicieron de la ¿obra?
Ése es el gran problema. Es cierto que todos los adolescentes son morbosos y adoran el porno y lo erótico por la parte de prohibido y desconocido que conllevan. Normal, todos hemos leído algún libro prohibido alguna vez, u hojeado una revista. No pasa nada. El problema es que la lectura de un libro que, no me cansaré de decirlo, para empezar tiene una nula calidad literaria, pueda llegar a influir en los patrones ya no sexuales, sino sentimentales, de chicas cuya experiencia en el tema tiene que ser forzosamente limitada, dada su juventud. Es decir: que las adolescentes piensen que ese tipo de relación sentimental sea la perfecta y deseable. Y me refiero a una relación de dominación/sumisión donde la mujer es poco menos que una esclava al servicio de su caprichoso señor. Y eso me lleva a otra reflexión: es imposible que en los años ochenta una novela de semejantes características hubiera triunfado. Y esta reflexión, a otra más: vamos para atrás como el cangrejo. Hemos pasado de una total revolución sexual femenina, probablemente exagerada, al rol franquista de nuestras madres, tú en casa y con la pata quebrada. Así de claro.
Las adolescentes que leen el libraco éste se quedarán con lo que quieren quedarse: tío guapo y rico que se enamora de la ingenua tonta del culo hasta las cachas. Es un poco rarito, sí, pero la tiene como una reina, y está taaaaaaan bueno… ¿Qué importa que a cambio la chica tenga que vestir como a él le dé la gana, comer lo que él quiera, trabajar donde él quiera, conducir el coche (que por él no conduciría, es más, por él ni saldría de casa, probablemente) que él le regala obligándola a deshacerse del suyo, estar disponible telefónicamente las veinticuatro horas del día y otras mil naderías? ¡Es un precio tan bajo a pagar a cambio de que te estén diciendo todo el día que eres “taaaan hermosa”! ¿Pero qué clase de cursi utiliza el adjetivo “hermosa” en pleno siglo XXI? ¿Qué tiene de malo caer en las garras de un machista manipulador y obseso del control que te zurra con una fusta por poner los ojos en blanco si a cambio vives como una millonaria con una máquina de sexo? Del sexo que a él le gusta, por supuesto. Pobres chicas y, sobre todo, pobres chicos. ¿Qué pensarán ellas cuando vean que sus novios no tienen la experiencia del señor Grey, que fruncen el ceño ante la palabra “vibrador” y que creen que las bridas sirven sólo para sujetar cables? Porque está claro que el modelo sentimental que presenta “Cincuenta sombras…”, aparte de no ser el deseable no es el habitual, y que el modelo sexual, que sí puede llegar a ser deseable para algunos, tampoco es el más frecuente.
Cuando empiece a ver chavales en el patio practicando nudos marineros, empezaré a preocuparme seriamente. No creo que sea para hacer el cursillo de patrón de embarcación de recreo.