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KEITH RICHARDS: “VIDA”


ABURRIDO *

Evidentemente, sería del género tonto pedir calidad literaria en la autobiografía de una estrella del rock, no es ése el objetivo principal en absoluto. Y, desde luego, el esperadísimo autorretrato del guitarra de los Rolling Stones Keith Richards no la tiene. Ni calidad literaria ni casi nada, en realidad. He leído hasta el día de hoy cuatro biografías de los Rolling Stones y ésta es, con diferencia, la peor de todas. De hecho, aprovecho desde aquí para recomendar la que hizo Gus Cabezas para la editorial Cátedra. Es completísima (trae reseñas discográficas) y está fenomenal de precio.
 
Yo no sé si el fallo está en que esperaba más. ¿Pero más de qué? Richards no se corta un pelo a la hora de hablar de su adicción a las drogas y adornar el relato con anécdotas de todo tipo. Tampoco me interesaba mucho ese tema, sino más bien el proceso creativo de la banda. Y Richards se pierde en auténticos fárragos a la hora de hablar de sus influencias de blues y country, haciendo el relato francamente aburrido y digno de leer en diagonal para todo aquel que no sea un experto en el tema. Asimismo, no tenía especial interés en los problemas que ha tenido durante todos estos años con Mick Jagger, y el caballero se despacha a gusto durante un buen montón de páginas con la pobre Brenda, como él lo llama. Quizá el problema es que había leído bastante sobre los Rolling anteriormente y no he podido evitar las comparaciones, que, como ya sabemos, siempre son odiosas. Es simpático el relato sobre su infancia y adolescencia (descafeinado encuentro con Jagger, pasando muy por encima la relación con Brian Jones y Bill Wyman), y poco más. Se explaya en demasía hablando de sus grandes colegas, como Gram Parsons o Bobby Keys (actualmente saxofonista de la banda), pero, al final, nada entre dos platos. Me ha gustado poder leer por fin de sus labios en qué consiste la famosa afinación en sol abierto que lleva usando desde hace muchísimos años y constatar algo que ya sabía: los Rolling hacen temas de poco más de tres acordes; Richards es clásico y purista, no quiere arriesgar y, por supuesto, odia los paseos por el lado oscuro del rock, es decir, el pop; tampoco toca TAN bien, por lo menos su fama no está justificada. Y como reconteur, como dirían los franceses, hará dormir a sus nietos de puro tedio. En resumen: mucha paja, cuando esperaba adrenalina pura. Una pena.