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La primera intención de este artículo era recordar un viejo álbum publicado en 1978 y que en el momento de su salida al mercado llamó poderosamente mi atención, se trata del primer disco de David Gilmour en solitario liberado por un momento de todo lo que suponía pertenecer a ese auténtico monstruo llamado Pink Floyd que su colega Roger Waters lideraba con mano férrea y un tanto visionaria. Parecía un momento oportuno ya que, como apuntamos aquí hace unos meses, la banda publicará un “nuevo” disco a principios de Noviembre del que, por cierto, podemos escuchar un brevísimo adelanto de treinta segundos en la red. Así que meciéndome en los otoñales pasajes del susodicho elepé me entero de la noticia más disfuncional de la temporada, U2, quizás el último gran dinosaurio, el único comparable a los Floyd en su momento, ”regala” su nuevo disco de la mano de Apple formando parte de una monumental campaña publicitaria que sirve para lanzar el iPhone 6 y el Apple Watch. Eso sí, los irlandeses recibieron por parte de la compañía radicada en Cupertino la jugosa cifra de cien millones de dólares más otros cien comprometidos en la promoción del disco. Este Songs of Innocence llegará a las tiendas a principios de octubre en su formato físico con cinco canciones más y la banda ya ha anunciado la consiguiente gira para 2015. Apple por su parte, ante las protestas de buena parte de sus usuarios, ha tenido que crear una herramienta para eliminar las canciones de los irlandeses de todos aquellos aparatos en los que se ha cargado el disco sin el permiso de sus dueños. Está claro que hay mucha gente a la que no le gusta U2 ni regalados.

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   Pero retomemos la idea inicial, el álbum, simplemente titulado David Gilmour nos llegó después del monumental éxito de Dark side of the Moon, Wish you were here y Animals y mientras Waters perpetraba el monumental The Wall. Es un disco modesto y como tal alcanzó modestas cifras de venta, el guitarrista contó con el bajista y el batería que habían sido sus amigos y compañeros en Bullit, banda en la que David había militado a finales de los sesenta, y tres coristas femeninas, formula que retomó profusamente cuando resucitó Pink Floyd, ya sin Roger, muchos años después. El disco transcurre plácido desde el instrumental que lo abre, Mihalis,  hasta momentos tan brillantes como Short and Sweet, coescrita con su amigo, el talentoso Roy Harper. En realidad lo que resultaba atractivo era el poder escuchar la prístina guitarra de Gilmour sin toda la parafernalia que adornaba sistemáticamente los discos de su grupo. Aquí no hay relojes, no hay máquinas, no hay cerdos volando ni perros ladrando, solo sus dedos deslizándose por las cuerdas de una guitarra tocada con el buen gusto que le caracteriza y que se hizo dueña del sonido del citado Animals por no hablar del celebérrimo Shine on you Crazy Diamond o el seminal Echoes. Podríamos hablar de un disco invernal como bien refleja la portada. Me viene a la memoria una escena de una serie de la BBC en la que dos damas pasean por Hyde Park y una pregunta “ Hay algo mejor que un verano inglés?” y la otra le responde “¿Quizás un invierno inglés?”.Pues eso. El guitarrista fuera del laberinto.

Volvamos al presente, el disco de U2 es un muy buen disco, probablemente el mejor desde Atchung Baby, pero la banda acarrea como poco dos problemas, el primero es el exceso de presencia pública de su vocalista, el ínclito Bono que en muchas ocasiones estaría mucho mejor callado. El otro es la obsesión por buscar las soluciones musicales fuera del grupo, el querer seguir siendo relevantes les ha ido llevando a poner su personalidad como músicos en manos de una pléyade de productores que en este último trabajo alcanza el delirio. Danger Mouse, el hombre que convirtió a un grupo como los Black Keys en estrellas, luego el tipo que produce a cosas como One Republic, además el que produjo a Adele, y así hasta la extenuación. ¿Qué me gustaría a mí? El poder, por una vez, escuchar a un músico con tanto talento como The Edge  fuera de su laberinto.

 

Jose Tribeca