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Empezaremos aclarando el último término de la ecuación, el efecto “Amadeus”. Cuando Milos Forman estrenó su película Amadeus en 1984 acudí raudo a verla, en aquella época escuchaba la obra de Mozart con profusión así que tenía ganas de sumergirme en su universo. La “peli” era espléndida y recolectó nada menos que ocho oscars. ¡Pero horror! Durante muchos años cada vez que intentaba deleitarme con alguna pieza del genial compositor se me aparecía el detestable personaje que Forman había creado para la pantalla, soez, estúpido y con una insoportable risita altamente irritante. Durante mucho tiempo sufrí el efecto “Amadeus”.

El periodista Diego Manrique ha sido galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Cultural (glups!) .Me alegro, lleva escribiendo tantos años como yo leyéndolo, desde sus primeros tiempos en Triunfo, pasando por la mítica Vibraciones hasta sus artículos en El País. Y por supuesto escuchándolo en su larguísima carrera radiofónica amén de sus múltiples apariciones en Televisión. Quizás sea el único crítico musical español que por experiencia y erudición se pueda comparar a los míticos Chris Welch o Robert Hilburn. Me entero de que le han otorgado el premio escuchando la cadena Ser en la que también colabora y al mismo tiempo se anuncia la próxima aparición de un extenso artículo sobre George Harrison en la edición española de Rolling Stone donde, efectivamente, también colabora, así como su hijo. Quedo, en fin, atento a los kioskos y compro la revista donde, como se anunciaba, la portada está dedicada al susodicho Harrison y las páginas centrales se aloja el artículo sobre el ex beatle elaborado por el laureado periodista.

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La figura de George siempre ha despertado en mí una especial simpatía, su papel en el célebre grupo siempre un poco en la sombra, su discreción, su habilidad cómo músico, sus intentos solidarios (Bangla Desh) y el buen rollito que desprenden sus trabajos en solitario a pesar de estar lastrados por una espiritualidad que en su caso resulta naif y hasta un poco conmovedora.

Comienzo la lectura con la mejor de las disposiciones, me entero de que el pretexto es la reedición de los seis primeros discos que George publicó para Apple, cosa que me alegra ya que se encuentran entre lo mejor de su discografía y algunos habían caído en el más injusto de los olvidos. Pero oh!, en el artículo de música se habla más bien poco. Eso sí, nos vamos encontrando con una figura un tanto tenebrosa. El guitarrista resulta ser un hombre resentido, que no siente ningún cariño por el grupo, falto de confianza y que “desprecia a su público” (literal). Sus éxitos son escasos y se enclaustra en una monumental mansión siendo el último que se entera del asesinato de Lennon. El festival de Bangla Desh es un fracaso ya que nadie sabe situar el país en el mapa. Se nos aclara también que siempre hizo lo posible por pagar lo mínimo al estado, de hecho resulta ser un empresario nefasto que despide a sus empleados por fax y que muestra una escasa simpatía por la humanidad. Se nos habla de un libro escrito por unas prostitutas de Hollywood donde “se detalla alguna peculiaridad sexual de George” (literal).Se nos recuerda que consumía alcohol y cocaína en cantidades industriales y se insiste en su “retorcida vida sexual” y ya  metidos en materia también se hacen algunos apuntes sobre la sexualidad de su señora y de su cuñada que deben de tener ya una edad si es que no se han muerto al leer el artículo. Nos recuerda nuestro laureado periodista que también se cargó el matrimonio de su amigo Ringo. Se incide en las acusaciones de plagio, en las trabas para boicotear cualquier proyecto de sus ex compañeros y remata con una patética anécdota acaecida en su lecho de muerte. Los seis discos que ahora se reeditan quedan  despachados en un par de líneas. Resulta que el músico que tanto respetaba es ahora sustituido por un sociópata resentido, depravado además de vicioso y un poco cabroncete. Así es la vida y menos mal que tenemos a alguien que nos lo recuerde.

A la mañana siguiente me levanto y con el café en la mano me enfrento al tocadiscos, pongo en el lector el Living in the Material World y comienza a sonar la cantarina Give me Love. El sol entra a raudales por la ventana y sonrío. A pesar de los esfuerzos del señor Manrique esta vez no he sido atrapado por el nefasto efecto “Amadeus”. Que en paz descanse señor Harrison.

Jose Tribeca

harrison314Diego Manrique.