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Brian Peter George St. John le Baptiste de la Salle Eno. Si el nombre que nos endilgan nuestros progenitores al nacer marcara de alguna manera nuestra existencia Brian estaría destinado a obtener grandes logros. Si a esto le sumamos el look que se gastaba nuestro hombre cuando lo conocimos como parte integrante de Roxy Music en el año 1972, maquillaje a discreción, pelo coloreado anunciando una incipiente calvicie y plumas de avestruz saliéndole del trasero, hay que reconocer que aparte de una retahíla de nombres tenía un valor a prueba de bomba, hasta el resto de miembros de la banda parecían discretos. Eno no formaba parte de la idea inicial de Bryan Ferry que siempre consideró a Roxy como la encarnación de un proyecto propio, pero parece que la adquisición de un sintetizador de última generación provocó su entrada en el grupo ya que nadie sabía manejarlo y él era un manitas capaz de hacer sonar cualquier cosa aunque las instrucciones vinieran en japonés (el aparatillo en cuestión era un sintetizador VCS3). En las primeras actuaciones al bueno de Eno lo dejaban entre bambalinas manejado sus sofisticados artilugios pero una vez que se ganó su sitio sobre las tablas atrajo toda la atención de un público cada vez más numeroso cosa que a Ferry no le hizo ninguna gracia. Entre eso y que el formato de banda a nuestro hombre se le quedaba pequeño, Brian se encontró en la calle.

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HERE COME THE WARM JETS (Enero 1974) es el primer trabajo de Eno en solitario, afortunadamente no utilizó su nombre completo, y es el objeto de esta reseña. No es un disco fácil de escuchar y pasados los años lo que más llama la atención es que si se hubiese publicado ayer todavía sonaría a vanguardia. La voz de nuestro hombre es extraña y, en parte por su propio timbre y en parte porque está tratada, resulta particularmente histérica. La nómina de músicos es extensa y en ella destacan sus dos ex -compañeros de Roxy, el guitarrista venezolano Phil Manzanera y el saxofonista Andy Mackay y sobre todo Robert Fripp, el factótum de King Crimson  que en aquel momento estaba pergeñando los discos más innovadores de la banda, especialmente el fantástico “Lark’s tongues in Aspic”.. El disco bebe de los aspectos más glam de su anterior grupo y no pierde de vista la herencia de la Velvet Underground que en aquellos momentos reivindicaba también en Inglaterra un David Bowie en alza transmutado en un marciano gay y estrafalario de nombre Ziggy Stardust. La citada influencia del grupo de Cale y Reed queda retratada en los primeros surcos del disco, Needles in the Camel’s eye parece empezar donde acababa el primer disco de la mítica banda neoyorquina guiada por un magnífico bajo tocado por Kevin MacCormick. The paw paw negro blowtorch (menudo título) podía estar incluida en algún disco de Bowie de la época, puro glam. La tercera del lote es quizás la más conocida, Baby’s on fire comienza con la voz de Eno avanzando entre una marea de sintetizadores hasta que al minuto y medio irrumpe la guitarra de Fripp poniendo la canción literalmente patas arriba. Apabullante. Cindy tells me podría ser una party- song de algún guateque sesentero atravesada por sintetizadores y una guitarra que parece a punto de reventar la cancioncilla en cualquier momento. Driving me backwards resulta amenazante y solo On some faraway beach ofrece un poco de sosiego interrumpido por  la brusca entrada de Black Frank aderezada por los guitarreos imposibles de Fripp. Dead freaks don’t go nos vuelve a mostrar el reverso de Ziggy adelantándonos la mutación que sufriría Bowie de la mano del propio Eno en discos como Low o Heroes. Un poco de paz con otra melodía de aires cincuenteros y apoteosis final con el tema que titula el disco. Los coros se van alejando y el silencio se vuelve relevante.

Al fin Eno comenzaba su vuelo en solitario y ese apasionante trayecto afectaría de forma trascendental las carreras de muchos otros, Bowie, U2, John Cale, Nico, David Byrne, Fripp, Ultravox!, James,Robert Wyatt, Travis y hasta los denostados Coldplay se verían en algún momento beneficiados por la presencia del sorprendente Brian Eno.

 

Jose Tribeca