EN DEFENSA DE LITTLE RICHARD
Lógico. Cuando fallece un cantante o intérprete de rock and roll las necrológicas de nuestro país se llenan de datos anecdóticos, de tratamientos paternalistas y de amarillismo intenso. Poco importa la música, importa más el detalle escabroso, el cotilleo hilarante y la anécdota reveladora. Ahora le ha tocado a Little Richard, fallecido hace apenas dos días y que en las páginas de ABC se le ha presentado con el rimbombante titulo de “marica rico que revolucionó el rock y terminó condenando la homosexualidad” en un artículo donde lo que realmente importa de él, su legado artístico, se difumina totalmente.
Casi nada para uno de los pilares fundamentales del rock and roll, su voz rotunda y su energía escénica por supuesto, pasan a un discreto segundo plano. Se prefiere, eso sí, a relacionarlo enseguida con los Beatles, Jimmy Hendrix o el glam para darle como un poso de respetabilidad con los ritmos tolerados por la prensa biempensante, esa que se alía con los que piensan que el rock and roll comenzó en 1963 con la llegada de la invasión inglesa y que ningunea a los artistas que les precedieron como algo anecdótico y sin valor musical. Richard llevaba muchos años en la música antes de que cualquiera de los citados hubiera cogido una guitarra o un micrófono.
Estamos acostumbrados a la desinformación en general, pero dejar a Richard como una mera anécdota en el rock and roll, en detrimento de su imagen y su histrionismo es de apaga y vamonos. No es extraño en este país que trata con tanto desprecio a sus músicos, a los que encumbra para divertirse luego viéndolos caer, que harán con uno de fuera, al que toca describir en unas líneas y que al que lo hace no le importa demasiado su figura.
Lo que menos importa en el articulo, por supuesto, son sus grabaciones, que no aparecen por ningún lado y no sólo con su triunfal etapa en Speciality, sino con otros sellos como Okeh, Vee Jay, Brunswick o Modern. En ellas no hay ningún signo de declive ni decaimiento, son energía pura y dura, tanto lo son que en el artículo apenas se mencionan. Y aunque regrabase su repertorio mil veces la energía que desprendían sus grabaciones impactaban en el oyente como si fuera la primera vez que se escuchaban.
Richard no necesita comparación con ningún otro intérprete porque él en si era un cantante transgresor e innovador que se pasó los convencionalismos de su época por sálvese las partes y que hizo lo que realmente le dio la gana. Él fue el primero en romper en pedazos los tabús sobre el movimiento homosexual, que a mediados de los años 50 no había ni siquiera dado los primeros pasos. Los padres blancos de los Estados Unidos se estiraban de los pelos ante lo que veían, al unísono con los contorneos de cadera de Elvis, la esposa de 13 años de Jerry Lee Lewis y las juergas en los hoteles de Gene Vincent. Richard añadió ser negro, homosexual y un talento desmesurado. El rock and roll lo rompió todo. Lo que vino después fue muy bueno, pero se encontró con el camino allanado por la primera hornada de rockers, no nos confundamos.
El Rey Elvis versionó su “Tutti frutti” y “Rip it up” entre otras en sus primeros discos, mientras que Buddy Holly grabó “Ready Teddy” y Eddie Cochran su “Long Tall Sally”. Gene Vincent grabó un LP en el 64 con la práctica totalidad de sus éxitos. Los Beatles le rindieron pleitesía en sus discos y fuera de ellos, al igual que los Kinks o Creedence Clearwater Revival, grabando alguno de sus temas. La influencia está ahí y es más importante que la imagen que este artículo presenta de él.
En cuanto a sus contradicciones, iban en consonancia con el personaje, como toda estrella que se precie. ¿Y quién no las tiene en el mundo del rock and roll?.
Frases hechas, convencionalismos. Seguimos así, sin reivindicar favorablemente nada sobre rock and roll y documentando artículos a la medida de los vencedores y para dar la imagen al público de que el rock and roll de los 50 era un estilo menor con respecto a lo que vino después. Pues para mi y para mucha gente es simplemente al revés. Y Little Richard una de sus mejores e irrepetibles figuras. Descanse en paz.
Rubén Olivares Rosell
Casi nada para uno de los pilares fundamentales del rock and roll, su voz rotunda y su energía escénica por supuesto, pasan a un discreto segundo plano. Se prefiere, eso sí, a relacionarlo enseguida con los Beatles, Jimmy Hendrix o el glam para darle como un poso de respetabilidad con los ritmos tolerados por la prensa biempensante, esa que se alía con los que piensan que el rock and roll comenzó en 1963 con la llegada de la invasión inglesa y que ningunea a los artistas que les precedieron como algo anecdótico y sin valor musical. Richard llevaba muchos años en la música antes de que cualquiera de los citados hubiera cogido una guitarra o un micrófono.
Estamos acostumbrados a la desinformación en general, pero dejar a Richard como una mera anécdota en el rock and roll, en detrimento de su imagen y su histrionismo es de apaga y vamonos. No es extraño en este país que trata con tanto desprecio a sus músicos, a los que encumbra para divertirse luego viéndolos caer, que harán con uno de fuera, al que toca describir en unas líneas y que al que lo hace no le importa demasiado su figura.
Lo que menos importa en el articulo, por supuesto, son sus grabaciones, que no aparecen por ningún lado y no sólo con su triunfal etapa en Speciality, sino con otros sellos como Okeh, Vee Jay, Brunswick o Modern. En ellas no hay ningún signo de declive ni decaimiento, son energía pura y dura, tanto lo son que en el artículo apenas se mencionan. Y aunque regrabase su repertorio mil veces la energía que desprendían sus grabaciones impactaban en el oyente como si fuera la primera vez que se escuchaban.
Richard no necesita comparación con ningún otro intérprete porque él en si era un cantante transgresor e innovador que se pasó los convencionalismos de su época por sálvese las partes y que hizo lo que realmente le dio la gana. Él fue el primero en romper en pedazos los tabús sobre el movimiento homosexual, que a mediados de los años 50 no había ni siquiera dado los primeros pasos. Los padres blancos de los Estados Unidos se estiraban de los pelos ante lo que veían, al unísono con los contorneos de cadera de Elvis, la esposa de 13 años de Jerry Lee Lewis y las juergas en los hoteles de Gene Vincent. Richard añadió ser negro, homosexual y un talento desmesurado. El rock and roll lo rompió todo. Lo que vino después fue muy bueno, pero se encontró con el camino allanado por la primera hornada de rockers, no nos confundamos.
El Rey Elvis versionó su “Tutti frutti” y “Rip it up” entre otras en sus primeros discos, mientras que Buddy Holly grabó “Ready Teddy” y Eddie Cochran su “Long Tall Sally”. Gene Vincent grabó un LP en el 64 con la práctica totalidad de sus éxitos. Los Beatles le rindieron pleitesía en sus discos y fuera de ellos, al igual que los Kinks o Creedence Clearwater Revival, grabando alguno de sus temas. La influencia está ahí y es más importante que la imagen que este artículo presenta de él.
En cuanto a sus contradicciones, iban en consonancia con el personaje, como toda estrella que se precie. ¿Y quién no las tiene en el mundo del rock and roll?.
Frases hechas, convencionalismos. Seguimos así, sin reivindicar favorablemente nada sobre rock and roll y documentando artículos a la medida de los vencedores y para dar la imagen al público de que el rock and roll de los 50 era un estilo menor con respecto a lo que vino después. Pues para mi y para mucha gente es simplemente al revés. Y Little Richard una de sus mejores e irrepetibles figuras. Descanse en paz.
Rubén Olivares Rosell