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imagen por cortesía de www.artehistoria.jcyl.es
Yo creo que cuando se celebra el día de algo debería hacerse en un contexto positivo y ligado a un acontecimiento que sólo sucede una vez, verbigracia: cumpleaños y similares. Uno sólo nace una vez. Por eso las celebraciones del día D me parecen ridículas, a no ser que lleven aparejado un objetivo de concienciación y/o recaudación monetaria con fines justificados, como el día contra el cáncer. ¿Por qué celebrar el día de los enamorados? ¿Es que el enamorado no lo está los 364 días restantes?
Viene esto al caso, como habrán deducido inteligentemente, porque hoy es el Día de la Mujer (anteriormente día de la mujer trabajadora. Supongo que le quitaron el “trabajadora” tras deducir acertadamente que una mujer siempre es trabajadora, ya sea en el curro o en su casa). ¿Se dan cuenta de que no hay un correlato con un Día del Hombre? (afortunadamente, a lo mejor se celebraba dejándolos mear fuera del váter por 24 horas), ya lo celebran todo el año. ¿Quiere eso decir que sólo voy a ser mujer hoy? Ah, no, es para recordarme, como si los restantes 364 días no lo hiciera, que no tengo los mismos derechos que un hombre. Aunque sí los mismos deberes. Es de suponer que cuando alcancemos el mismo status el día dejará de celebrarse, cosa que sucederá aproximadamente cinco minutos antes de que el sol se convierta en una gigante roja y nos engulla. Y nos dirán: “y no os quejéis, que ya tenéis los mismos derechos”. Y eso que yo no tengo mucho que bufar: mi existencia es prácticamente paritaria en todos los órdenes de mi vida, desde el sueldo hasta la conciliación, pasando por el reparto de tareas domésticas.
Rindámonos a la evidencia: hoy es el Día de la Mujer, pero no se celebra. El día de Navidad se hace una comida especial, el día de la Madre (otra chorrada como un mundo) te llevan a comer fuera y te hacen un regalito. El día de la mujer se celebra negativamente, quejándose las féminas a diestro y siniestro de su desigual situación. Propongo cambiar las tornas y hacer una celebración positiva que exalte todas las características que hacen  que la mujer sea llamada como tal.
Para empezar, el día de la mujer ninguna debería tener la regla. Con lo cual jodidos estamos, porque para sincronizar los períodos menstruales de todas las mujeres del planeta hace falta un milagro, como poco.
El día de la mujer debería empezar dejando a la susodicha dormir hasta el aburrimiento. Por supuesto, ese día la mujer no trabajaría. Y no la molestarían en las 24 horas de su día vocecillas infantiles en distinto grado de volumen. En cuanto la homenajeada se despertara (y lo haría pronto, porque es su costumbre), se le serviría el desayuno en la cama. Tras un maravilloso baño de espuma un equipo de peluqueros y estilistas se dedicarían a arreglar el pelo de su cabeza y deshacerse de forma indolora del del resto del cuerpo. Y un masajista profesional se encargaría de relajar hasta el último nanogramo de sus agotados músculos. Hecho esto, la homenajeada debería salir a la calle (haría un día absolutamente primaveral) a tomar el aperitivo tranquilamente. Para entonces, habría llegado la hora de comer. Y no, la mujer no lo haría en un restaurante, rodeada de gente ruidosa y sin poder fumar. Un servicio de cátering completo se presentaría en su casa, no la dejaría entrar en la cocina, le serviría una comida deliciosa con sus dos platos y postre favoritos y se largarían silenciosamente dejando todo como los chorros del oro. Acto seguido, la homenajeada dispondría de un buen rato para dedicarse a alguna de sus actividades favoritas, esas a las que puede dedicar media hora al año, aproximadamente: leer, escuchar música, ver una peli, llamar a una amiga… Tras esas pequeñas distracciones, la mujer saldría de compras a agenciarse todo lo que se le antojara a un precio irrisorio, o mejor gratis, y todo, absolutamente todo le quedaría bien. Una vez terminada la agotadora actividad, la mujer podría irse de cañas con sus amigas, o a merendar chocolate con churros (no congelados). De vuelta a casa, y tras una nueva sesión de masaje, el cátering reaparecería con la cena. Terminada la misma, se le serviría un espléndido gin-tonic, o dos, o los que a ella se le antojen que para eso es su puto día, y habría llegado el momento de que la homenajeada aprovechara al máximo su proverbial (y envidiada por los hombres) capacidad multiorgásmica. Para ello los ayuntamientos deberían poner a disposición de la mujer los medios humanos necesarios si la mujer no tuviera los suyos propios, que para eso se gastan bastante más pasta en gilipolleces mucho menos importantes. Y de ahí a dormir, lamentando que tan maravilloso día toque a su fin. Y yo me pregunto: ¿por qué entonces, a las 16.06 del 8 de marzo, me he levantado a las 7.45, he currado seis horas seguidas, he llegado a casa y me he hecho la comida, mis pelos parecen los de la bruja Avería (y no sólo los de la cabeza), la ciática me está matando, llevo ropa de hace dos años y estoy escribiendo chorradas en vez de ir a fregar los platos? Me temo que de follar ya ni hablamos…
El día que el día (valga la redundancia) de la mujer se celebre así, me apuntaré a la fiesta. Mientras tanto, hostias.
Ana Vázquez Villareal.
anavazquez3nov13