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Sastre de la vida.

A Elena,mi musa.

Sastre de la vida.

Sastre de la vida,

arrójame a los perros moribundos

para que coman de mi estela gastada,

para que el cuervo se pose en mi hombro

y la araña me coma con su boca diminuta

o me inyecte su veneno

en esta sombra en la que vivo

desviviéndome por vivir sin conseguir nada.

Sastre de la vida,

envía a tus demonios de una vez por todas

para llevarme de paseo por la gloria del infierno,

pues tus ángeles ya no me hacen caso,

ya no atienden mis llamadas de socorro

y mis gritos son en vano.

Ya no abren más sus alas

preocupándose por mi y por la batalla

que desde hace ya tiempo me tocó librar.

¿Cómo pretendes que te alcance

si mi alma solo sabe alimentarse

de la boca de esos perros?

¿Cómo quieres que te vea

si me has dejado ciego?

¿Cómo quieres que te sienta

si el sentir para mi se ha convertido

en miseria,degradación y miedo?

Me siento muerto,

estúpido,

necio.

Me siento santo,

diablo,

nunca vivo,

siempre sin aliento,

vacío y somnoliento.

Me siento muerto.

Todo es película,

nada es real,

nada es palpable

por mi tacto inexistente

al que no acaricia ni siquiera el viento.

Me duele la vida,

la existencia,

los seres que caminan a mi lado

imperturbables por un tiempo

que se escapa de mis manos

sin el menor movimiento.

Sastre de la vida,

estoy cansado

y por ello me retiro pronto

a mi habitación extraña

que no conozco,

nula identidad en ella y enloquezco.

¿A dónde he de ir

para recuperar las venas de mi cuerpo?

¿He de soñar de nuevo?

¿He de dar de comer a esos perros

y ser así mis amigos y mis dueños?

Me he convertido en agua

y ya no hay vuelta atrás.

Me he convertido en monstruo

y ya todo se va.

Me he convertido en perro

y nada hay de comer ya.

Sastre de la vida,

quienquiera que seas,

dame un pedazo de ánimo

para seguir comiendo las sobras,

para seguir caminando

aunque sea solo,

aunque sea eternamente.

Aunque la nada conozca ya.

Darío Méndez.

 

Solo en la noche.

Y prosigo mi camino
entre ruído,música y vino,
con mucho café e instinto,
intuición siempre conmigo,
para entrar en el lugar
de la mirada furtiva,
de la morena de rizos
que con esos ojos teñidos
de un oscuro mirar en vilo,
me mira antes de pedir mi café,
mi vaso de agua,
ganas de tenerla conmigo.

Al mirarla no me mira,
sigue hablando con su amiga,
que sé que si sexo hubiera
así de espaldas la vería
para llegar al cielo conmigo.

Mas con las dos yo quiero lo mismo.

Con las dos a la par de un pájaro
que quita el miedo,
mantiene en vilo,
perturba mi piel
y en sus pieles me cobijo,
me adentro,
en un asilo de muerto
convierto sus cuerpos
al momento mismo.

Giro la cabeza,
saben que no solo miro,
que veo,
pues toda mujer lo sabe
y se siente ya atraída.

Atraídas como si hablaran conmigo.

La mirada furtiva
deja serio su semblante,
se solidariza conmigo
y en su cuadro retiniano
me ve escribir con potencia
sobre ella,
con su amiga,
no habla de temblor promiscuo,
mantiene los labios cerrados,
cerrados como el abismo.

El abismo que ella quiere
rodear con sus brazos intranquilos,
con su sexo palpitante,
pues ese abismo tiene nombre
de poeta perdido.

No le sacian las palabras de su amiga,
se enternece si me giro
pensando siempre en ella
y en nuestro clímax sentido.

Esa noche que veo en ella
la veo también en mi,
nada se sabe del tiempo,
nada se sabe de ti,
bella dama que furtiva esperas
a que yo me decida por fin.

Despreciando mi café querido,
frío líquido
ya como el rocío,
ahora habla confiada
pues sabe que este poema
es suyo como suyo es su destino,
que ojalá se confunda esta noche
en nuestros cuerpos ardientes,
sin miedo.

Unos cuerpos que empezaron
al pasar de unos pies con pasos firmes,
una ráfaga de luz
y una amiga sin sentido.

Tengo ganas de decirle
que ese gran sinsentido
cobrará vida en nosotros,
cobrará vida conmigo.

Tres besándose en la carnosidad,
sudando caliente y frío.

Tres en número mayor que tres
pues tres siempre se sabe infinito,
y si más en número fuera
el placer que yo imagino,
todo cabría en el todo
de una habitación con vistas
a una maraña de placer,
a un esquivo amanecer,
a un sexo sin tiempo ni espacio,
a un querer todo a la vez.

Mírame otra vez,
morena,
mírame tú,sinsentido,
que agitas un pelo radiante
que ya ve,
aún de espaldas,
mi mirada que atraviesa
toda la espesura de un bosque
en el que quiero perderme esta noche,
para alcanzar por fin la promesa,
la promesa de lo divino,
la promesa de tanto café,
tanto vino,
la promesa del gran instinto.

Darío Méndez.

 

Elena.

En las oscuras tierras que surcan mi mirada
en silencio estás,
dulce hada,
que asombras desde siempre
con el misterio de tu mirada.

Guardas cofres inabribles.
Guardas todo el infinito.
Guardas lo pequeño y lo grande.

Guardas de este mundo el grito.

Un grito que yo lanzo al cielo
clamando que tus ojos bellos
me vean de una vez por todas
y me hagan perder la memoria…

…la memoria ya perdida
desde que veo mi vida
a los pies de un Sol radiante que,
a mi lado,
poderoso,
no deja jamás de inspirarme,
hermosa musa penetrante,
sonrisa primera del día.

Tu cuerpo esbelto ya baila
al son de campanas divinas.

Tu cuerpo no sabe nada
si el mío no acaricia,
en una perfecta armonía
que brinda al son de los Dioses,
que brinda sin tregua,
sin descanso,
que vive la vida y la muerte,
que vive esta misma vida.

Sin ti no soy nada,
amor por ti y por Dios,
sin ti nada tengo,
sin ti nada soy.

Pues Dios me enseñó tu rostro,
pues Dios me enseñó tu amor.

Cógeme de la mano y camina,
cógeme del corazón.

Respira,
pues vida te daré,
respira,
pues vida tendrás,
vida seré,
para ti,
dulce aguijón,
del que ya solo placer obtengo
en la espiral que de nosotros sabe,
de la espiral de nuestra eterna canción.

Baila para mi,
bailarina,
baila para mi por Dios.

No lo pienses,
no lo dudes,
pues si eso haces,
puedes creerme,
todo se perderá,
todo oscuridad será,
gran Dulcinea sin tiempo ni espacio
que todo mi corazón posee,
que toda mi mente ocupa,
pues no sé de otro lugar.

Sigue bailando en las nubes,
sigue con el mismo son.

El son de los Dioses al alba,
el son que dicta mi corazón.

Sigue bailando,
morena,
sigue bailando conmigo,
que yo bailaré contigo
aunque la muerte venga,
siniestra,
a tomarme en posesión.

A mi musa.

Darío Méndez.