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CENANDO EN PARÍS (II)

parisana1nov14

ANA VÁZQUEZ VILLAREAL. 
EDIFICIO DE LA CONCERGIERIE, residencia de los reyes
medievales y antigua cárcel durante la Revolución Francesa.
Para nosotros, el Exín Castillos.
Todas las fotos son propiedad de Fata Morgana
Hola, amigos. Aquí me tienen, dispuesta a seguir relatando mis andanzas por la Ciudad de la Luz. Quizá ustedes se pregunten, ya que saco tanta foto nocturna, qué hacíamos de noche. Callejear, por supuesto. Lo que más nos gusta de ir de viaje es eso: andar por la calle y observar la vida de la ciudad. De día es algo complicado: está uno muy ocupado haciendo cola a los museos, cogiendo el metro a todo correr, sacando fotos a destajo… así que es cuando cae la noche el mejor momento para tomarle el pulso a una ciudad que, verdaderamente, parece que nunca duerme.
Planificando cenas y copas dividí el centro en tres zonas: Plaza de la Bastilla, Barrio Latino y Campos Elíseos. Según las guías, en los tres había marcha sobrada. La primera noche cenamos en la plaza de la Bastilla y tomamos unas copas, se estaba bien de ambiente, muchas terrazas, algunos turistas, pero sin agobiar. Nada que ver con el Barrio Latino, donde cenamos y copeamos las dos noches siguientes y era casi imposible andar de la cantidad de gente que había. Por cierto, que en París abundan los locales que yo llamo “para todo”: son a la vez cafetería, restaurante y bar de copas. Eso no me gusta demasiado, pero es lo que hay. La cuarta noche, buscando algo un poco más “autóctono”, nos dirigimos al barrio de Oberkampf, situado cerca de La Bastilla y muy de moda a principios de este siglo. Para copear fue el que más me gustó, no sólo porque los precios eran más asequibles, sino también porque estaba lleno de bares de rock and roll (sin cenas ni leches) y apenas si había turistas. Por los Campos Elíseos no anduvimos de noche, comimos allí dos días  y ya estábamos un poco hartos. Y si alguien cree que me he olvidado de Montmartre, no es así, sólo que ya hablaré más adelante del tema.
Hablaba yo de la gente: hordas, oleadas de gente en la noche parisina cerca del Sena. Bicicletas a todas horas, parejas a montones paseando. Una cosa que me gustó mucho: muchas parejas mestizas, mucha mezcla de razas, mucho niño afro-francés, o chino-francés, o lo que sea-francés. Niños guapísimos, en cualquier caso. Sin embargo, por la zona de la Plaza Vendome y las Tullerías casi íbamos solos por la calle. Normalmente andábamos por ahí hasta la una, hora de coger el último metro, y al hotel a recuperar fuerzas. ¡Falta nos hicieron!
El tercer día decidimos comenzarlo dando un tranquilo paseo por La Sorbona, situada en el Barrio Latino. Por eso se llama el Barrio Latino y no por otra cosa, porque al estar al lado de la universidad estaba lleno de estudiantes que hablaban en latín. Y de ahí, una visita a los espectaculares jardines de Luxemburgo.
Fachada de la Sorbona
Jardines y palacio de Luxemburgo

Como la siguiente visita era al Arco de Triunfo, decidimos bajar por Saint Germain des Pres hasta la Ile de la Cité (donde está Notre Dame), pasando de paso por la Ile de Saint Louis, que es donde viven los ricachones. Un paseo de media hora, donde no faltó el puente con los malditos candaditos:

Candados moccianos con Notre Dame al fondo
El arco de triunfo es una de las manifestaciones megalomaníacas de Napoleón Bonaparte que uno puede contemplar en París. Está dedicado a las gestas ganadas por dicho emperador y en su base se halla la tumba al Soldado Desconocido de la I Guerra Mundial. A mí todo eso me la bufa, puesto que soy pacifista convencida. De su plaza salen 12 calles, y de hecho se le considera el cruce más peligroso del mundo. Tanto, que para acceder al arco sólo se puede ir por un paso subterráneo.
Relieve del Arco de Triunfo
Vista de los Campos Elíseos desde lo alto del Arco
Como parece ser que no nos había llegado la subidita a Notre Dame del día anterior, más los quince mil escalones de metro que subíamos y bajábamos todos los días, decidimos subir al arco, que para eso habíamos ido. Las vistas son maravillosas, la verdad. Merece la pena. Dentro hay un minimuseo al que he de decir que no dedicamos nuestro tiempo.
La reina de París desde el Arco
¿Cansada yo? Qué vaaaa. De hecho…
mañana vuelvo a subir los 286 escalones, vive dios…

Tras la visita, nada mejor que reponer fuerzas en los Campos Elíseos. Comimos bastante bien en la terraza de un italiano, por un precio bastante módico. Beber no fue tan módico, claro… Y como quedamos tan satisfechos, decidimos acercarnos hasta la otra obra faraónica de Napoleón: la basílica de los Inválidos, donde está su tumba. De camino ya nos quedaban el Petit Palais y el Grand Palais. Así matábamos dos pájaros de un tiro.
El Petit Palais desde el Grand Palais
El Grand Palais desde el Petit Palais
Puente de Alejandro II… ¿o sería III?
Muerta de cansancio delante de los Inválidos, pero aguanto el tipo
Los Inválidos, pisito de jubilado de Napoleón que al final acabó albergando su tumba.
Los Inválidos es una especie de tocho monstruoso y prepotente que hoy en día alberga el Museo Militar (evidentemente, no fuimos) y la tumba de Napoleón (tampoco fuimos). Se ve desde todo París, imposible obviarlo. Fue construido como asilo para los veteranos de guerra por el pequeño corso. Nombre muy apropiado, puesto que yo ya iba tullida por todos los lados, casi estuve a punto de solicitar una plaza allí al llegar. Afortunadamente, nos fuimos a dormir la siesta un rato, pues por la noche nos esperaba la subida a Montmartre.
¿Qué hago yo aquí, señorrr?
Todos los viajes tienen una decepción y el que no lo crea así miente como un cosaco o ha viajado poco. La televisión y el cine suelen deformar las cosas. Así, las calles de Nueva York son en realidad mucho más estrechas de lo que parecen en el cine, y Montmartre… en fin. Este antiguo barrio bohemio, residencia de pintores, escritores, músicos y tal y exaltado por la película “Amelie” se ha convertido en el paraíso del turista. Montmartre está sobrevalorado. En cuanto puse un pie allí me acordé inmediatamente de la plaza de España de Roma y del Albaicín granadino: feudo turístico.
Montmartre está, en roman paladino, a tomar por culo. Al norte de la ciudad. Hay que coger un metro para llegar a su falda y después un funicular para acceder a la cumbre del monte, donde está la basílica del Sacre Coeur, horrorosa para mi gusto. Ni siquiera la vista es bonita, comparándola con la que había tenido esa misma mañana desde el Arco o el día anterior desde la catadral. La turistada, ustedes mismos pueden verla en la foto. Lo que no se nota es que muchos estaban tajados como pumas y dejando todo hecho un asco de latas y botellas de cerveza.  Les dejo algunas instantáneas más de este artificial rincón parisino:
En fin, desde ahí bajamos hasta el boulevard de Montmartre, dispuestos a cenar en el Hard Rock Cafe. Y de paso, hacer la foto obligada al célebre cabaret Moulin Rouge. El barrio no tiene desperdicio: lo que no es un sex-shop es un negocio de sexo en vivo.  No, no me traje nada. No me cabía en la maleta…
… y además, el poco espacio que tenía era para la única compra que hice: una camiseta del Hard Rock Cafe de París. Las colecciono. De todos los Hard Rock del mundo, me refiero. Si algún día quieren hacerme un regalo…
Exterior del Hard Rock Cafe de París
Interior del local
Para bajar la hamburguesa, paseo nocturno por la Opera Garnier, la Plaza Vendome y la Plaza de la Concordia. Todo ello bastante más despoblado que las animadas riberas del Sena. La Plaza Vendome es famosa por sus boutiques de lujo y por estar en ella el hotel Ritz, donde se hospedó Lady Di la noche que murió. La plaza de la Concordia, a pesar de su enrollado nombre, fue donde se instaló la guillotina que ejecutó a Luis XVI y a María Antonieta, entre otros. Sólo en la Concordia fueron ejecutadas 3000 personas. Actualmente la preside un obelisco egipcio, dicen que donado, yo creo que fue más bien saqueado en las campañas napoleónicas. Es decir, que fue un día napoleónico total…
Opera Garnier
Plaza Vendòme, desgraciadamente en obras
Obelisco de la plaza Vendòme
Obelisco de la Plaza de la Concordia
En la Plaza de la Concordia nos encontramos con una sesión de fotos no sabemos muy bien de qué, quizá era un book para la chica… el caso es que había dos disparando y, cómo no, yo también lo hice.

Curiosa sesión de fotos en la plaza de la Concordia
Bien. Un día ajetreado, ¿eh? Pues no se pierdan la siguiente entrega: les contaré cómo subimos a la Torre Eiffel. Aquí les espero, amigos. Au revoir.