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CENANDO EN PARÍS (I)

parisana1nov14 ANA VÁZQUEZ VILLAREAL.

Todas las fotos son propiedad de Fata Morgana
Feliz rentrée a tod@s. Tras un par de meses, empiezo a sacar las telarañas a este pequeño rincón. Y nada mejor que hacerlo contando la escapadilla que nos hemos hecho a París este verano. Como supongo que le pasa a todo el mundo, consulte las mil y una guías antes de y, como también creo que suele suceder, hablo de la feria según nos fue en ella, que no tiene que coincidir necesariamente con lo que pone en lo consultado.
Frente a otras grandes capitales, París me ha parecido comodísima por dos motivos: el primero es que todo está junto, ya sea a la derecha o izquierda del Sena, pero todo juntito; lo segundo, porque el metro funciona que te cagas. Es posiblemente el metro más cochambroso en el que he estado, sí, supera al de Nueva York, que ya es difícil. Hace un calor de muerte, huele mal (sospecho que comparte zonas con el alcantarillado, y no digo más), parece del año de la polca, las estaciones están asquerosas y los vagones ídem, pero va a toda leche y a casi todos los sitios. Y a donde no llega, enlaza perfectamente con los cercanías.
Otra sorpresa agradable: se come bien y asequible. Sobre todo si te gusta la comida francesa, como es mi caso. La oferta de brasseries, bristots y similares es la leche. Por no hablar de los puestos callejeros de crepes. Anécdota: es la primera vez que viajo al extranjero y no entro en un MacDonald’s. Lo de beber es harina de otro costal: una cocacola, entre 4 y 6 euros; una cerveza, 7 euros. De cubatas ya ni les cuento… entre 8 y 12 euros por una caca de gintonic en vaso pequeño, con hielos que se derriten en cuanto pegas un sorbo y hecho con ginebra de sabediosquién. Con pedir agüita del grifo en los restaurantes, arreglao.
El tema del idioma se sujeta a la ley de la oferta y la demanda: si quieren vender, ya lo creo que se esfuerzan en entenderte. Yo chapurreo malamente un poco de francés y los últimos días ya me entendía bastante bien, pero los primeros días, viendo lo espantoso de mi acento, contestaban en pésimo inglés  mi aún más terrorífico francés. Como ellos hablan inglés igual de mal que nosotros, es muy fácil entenderse.
Bueno, hechas estas consideraciones previas, vayamos a la crónica del viaje. ¿Qué ver en seis días en mitad de una ola de calor, a 38 grados a la sombra? Nosotros llegamos un sábado por la tarde, así que como no había tiempo para mucho, nos dirigimos a la zona Plaza de la Bastilla/ Les Vosgues, y así quedó liquidado:
Al día siguiente, con la ola de calor en pleno apogeo, optamos por meternos en el D’Orsay y acercarnos después hasta el Panteón. No hubo cola para ninguna de las dos cosas. El Panteón, que es espectacular por fuera, es el edificio donde están las tumbas de los vip’s franceses: Rousseau, Voltaire, Braille, Los Curie… En la planta baja tiene un péndulo de Foucoult espectacular, así como los grupos escultóricos. La cripta me horrorizó.
El Sacre Coeur, desde la terraza del D’Orsay
El Museo del Louvre desde el D’Orsay
Vista del Sena desde el D’Orsay
El Panteón
Péndulo del Panteón
Conjunto escultórico del Panteón

¡Y llegó el día de empezar a gastar las suelas de los zapatos! Y qué mejor que hacerlo subiendo a las torres de la catedral de Notre Dame, ¿verdad? Allí empezamos a tomar contacto en toda su extensión con la cruda realidad del París-Mogolloning: una hora de cola para subir (a patas, por supuesto). De cualquier modo, merece la pena dejarse culo y gemelos en el intento. La vista es maravillosa.
Y como nos supo a poco, y no estábamos demasiado cansados, decidimos acercarnos hasta la Sainte Chapelle, que queda muy cerquita. Era la hora de comer y tardamos muy poco en entrar, unos quince minutos nada más. Las vidrieras de este antiguo relicario del siglo XII son realmente espectaculares, pero sus relieves no tienen nada que envidiarles:
Bueno, hasta aquí esta primera entrega. En la siguiente empezará lo más duro de la vida del turista, ni que nos pagaran por andar…