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—¿Señora puede escucharme unos minutos? —El joven me pregunta mientras yo sigo andando.

Sonríe amablemente y camina a mi lado esperando a que yo me detenga a oír lo que me quiere explicar. Sobre su ropa lleva un anagrama de Médicos del Mundo. En su brazo derecho sujeta una carpeta en dónde anotará todos los datos del que consiga convencer para que se haga socio y done una pequeña cantidad mensual.

—Lo siento, tengo prisa, me están esperando y llego tarde—le contesto bruscamente sin mirarle, también apuro el paso para no dar opción a que siguiese insistiendo.

No sé qué ha pensado de mi actitud, ni me importa. No hace mucho tiempo intentaba escucharlos y ser delicada al responderles. La Cruz Roja, Aldeas Infantiles, Médicos Sin Fronteras y así una larga lista que ya no recuerdo. Con el último que educadamente me detuve fue tan pesado y se puso tan borde —siempre hay ovejas negras que lo estropean todo diciéndome con soberbia, “—Un euro al día lo tiene cualquiera—“, que casi estuve a punto de decirle que no tenía idea de lo que estaba diciendo. Acabé dejándolo plantado.

Y así es siempre, oleadas de jóvenes intentando que los de a pie nos paremos a escucharles mientras tanto nos explican lo bueno que es que te decidas y que seas solidario.

Muchas veces me pregunto si, ¿simplemente les han dado un perfil a quién acercarse o van por libre?, o ¿tienen algún asesoramiento? La verdad es que no tengo ni idea. Pero tal como están los tiempos, el que una persona tenga apariencia de poder dar un euro al día no quiere decir que pueda,  ¿sabrán la cantidad de familias que viven simplemente con ese euro al día?

Algunos son voluntarios, otros son empleados por la ONG de turno durante un corto periodo de tiempo. Así que tampoco recibirán grandes sueldos, pero hay que trabajar en lo que aparezca.

Supongo que quien estéis leyendo todo esto os preguntaréis: “¿Y qué?, ¿qué quieres decirnos con todo esto?”.

Pues que quizás soy una de esas personas que no pueden donar ni un euro, que me gustaría poder ayudar a toda esa gente que está haciendo algo bueno por los demás, a pesar de que pienso que no sé qué hacen los gobiernos que no lo arreglan. Que me siento fatal cuando digo que no y ahora peor, pues tengo que intentar pasar desapercibida o ponerme borde, pero lo más desdichado es que ahora también siento pena de que esos jóvenes tengan que estar casi suplicando y rogando.

Seguramente ya se me esté tachando de boba, pero lo que pienso ya está dicho y para colmo de males por escrito. Podéis despacharos a gusto.

Si buscamos el significado de solidaridad nos aparece: «Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros». ¿Quizás alguno de vosotros se quiere  adherirse a mi boba causa?

Maite Moreno.

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